RECONVERSIONES

Dejaremos los dramas aparte, que yá está bien de tragedia griega con acento caló, y vayamos a otros temas más polémicos para la intelectualidad olímpica, no por deportiva sino por idólatra.
Viene la ola del libro electrónico. Coño, eso no puede ser, que hay que leer en papel, joder, que uno puede leer blogs o facebooks u otros engendros electrónicos pero mi editor tiene que vender y pagarme.
Y no les falta razón, no señor, lo mismo que no les faltaba razón a las familias que tenían a sus niños metidos en una mina cuando la revolución industrial. Era un salario menos, mísero, pero un salario.
Pero el tiempo, los tiempos, las tecnologías y el vil capitalismo alienante avanzan, qué le vamos a hacer.
Y antes escuchar buena música era carísimo y ahora es gratis, robando, seguramente, pero gratis, aunque no tanto que yá nos sacan un canon.
Y claro, el papel es el papel, y el vinilo era el vinilo, y los rodillos de cera, y las tablas romanas, etc., etc....
El caso es que se puede publicar por la red, se puede descargar, se puede leer en otras plataformas y no tiene por qué pasar nada.
Reconvirtámonos de forma natural, no a la fuerza, y no neguemos la mayor por sistema.
La metalurgia, la minería y, ahora sí, la construcción, tuvieron que hacerlo, por qué no el arte.

SANGRE GITANA (David Ferreduela)

Conocí a David Ferreduela. David era gitano.
Tenía sus virtudes, muchas, y por ellas tuvimos una relación fluída.
Tenía sus errores, como todo el mundo, como yo mismo.
David fue a celebrar un cumpleaños y acabó en el asfalto de Ujo, donde le ví por última vez, yá cadáver, absurdo cadáver a causa de la sinrazón.
David perdió un hijo a causa de una grave enfermedad y, como padre, me sentí cercano a él.
David no era malo. No más que cualquiera de nosotros. Era persona y se preocupaba por los suyos a su manera.
Quizá demasiado joven para sustentar tanta carga a nivel colectivo y personal, pero se defendía y se convirtió, al menos a nivel mediático, en un referente.
Si me llamaba allí estaba yo.
El otro día no me llamó él. Me llamaron y allí lo encontré, a él no, a un cuerpo muerto por el absurdo.
Ni los festejos ni los lutos merecen una gota de sangre, por mucha tradición que se detente.
Morir así, por nada, habiendo intentado, desde su fé que no comparto, integrar al colectivo en una sociedad excluyente por sistema, no se merece.
También murió su tío, con sus especiales circunstancias, como las de cualquiera, y ojalá, repito, ojalá quede ahí la oleada de los odios y los rituales de ancestros y sangres y razas y familias que sólo sufren como penitencia por pecados no cometidos.
Otra familia está desterrada sin sentencia por la demencia y sin sentido de uno de sus miembros.
En resumen, David, descanses en paz con ese Dios en el que creías y a ver si el odio es el único desterrado en un país libre.

QUÉ ESTADO NI QUÉ NACIÓN

Que sí, que acabó eso que se llama debate y que bien podrían ahorrárselo y haberse quedado de vacaciones dándonos descanso a todos.
Que uno, el que manda ahora, soltó su carta a los corintios y se quedó tan ancho.
El otro dió el sermón sin saber a qué versículo acogerse.
Los demás a lo suyo, yá saben, el Estatuto ese de autonomía que votaron cuatro gatos. Sí hombre, que no se enteran, esa ley que redactaron saltándose una ley superior y que luego recortaron a flecos en Madrid y que luego votaron y que dicen que, como lo votaron quienes lo votaron, pues pueden saltarse la ley que se ponga por delante.
Pero parece que unos señores muy listos, togados ellos y que, según dicen, tenían que estar cesados en su mayoría, pues leyeron las dos leyes y hubo cosas que no cuadraban y que había que corregir. Y para qué queremos más, que con la esquerra y la convergencia y la sucursal díscola del socialismo (la que manda un señor cordobés que habla catalán pero que muchos catalanes no le quieren porque no es catalán de pura cava) hemos topado, amigo Sancho.
Y bueno, que el oficiante principal dijo que estaba la cosita muy mala pero que no se iba a poner peor, que se veía que pueden haber ciertos brotes.
Y el otro que elecciones, que es lo que mola, que tiene ganas de ganar unas y que como están las cosas no iba a quedar presupuesto ni para las papeletas.
Que eso, que se podían haber ahorrado el ratito que pasaron en el mancillado hemiciclo y habernos puesto algún torneo veraniego de fútbol, que es lo que mola ahora.

SOY ESPAÑOL. ¡QUÉ PASA!

Sí, soy español. ¿Por qué?.
Entre otras cosas porque nací en Alemania.
Porque me parió una gallega de Orense, sí Orense se llamaba entonces, qué le vamos a hacer. Como a London lo llamamos Londres.  
Me concibió un mezquino andaluz de Jerez de la Frontera. ¡ Ole!. Lo de mezquino nada tiene que ver con lo de andaluz, es que era mezquino y punto, que Dios o quién sea lo tenga en su gloria o en la estantería que más le acomode.
Me crié en el barrio humilde de San Roque, en Badajoz (Tierra de Dios, se acuesta uno y amenecen dos...), y por eso me siento profundamente extremeño.
Por ayudar a la economía familiar, la cual sustentaba la pobre gallega a base de quitar mierda a distintos acomodados, emigré a Suiza en breve tiempo.
Allí me llamaban español, sólo un hijo de puta, pero no como halago sino como insulto y menosprecio. Sería injusto no reconocer que por otros compatriotas del nazi fui más que bien tratado.
La vida, y la búsqueda de la misma, me hizo recalar en  Vascongadas, o en el País Vasco o en Euskadi o como le quiera llamar cada uno, que uno no tiene manías. Y me encontré gente de lo mejor que en muy poco tiene de diferencia con la gente con la que me crié. Eso sí. También tuve que asumir a la alimaña, que, como la mala yerba, brota en cualquier parte, sobre todo si se le abona con la inmundicia de la política interesada y un poco o un mucho de sangre para dar más color a las flores del mal.
Conocí Cataluña y el cosmopolitismo, y el catalán, y el español, y la vida mediterránea a espuertas abiertas de luz y piel abierta.
Un día atraqué mi desportillada barca en el puerto de Madrid. El puerto de todos. Un puerto español, gallego, catalán, magrebí, africano, sudamericano, extremeño, asturiano, etc., etc., lo que ustedes quieran si allí van.
Ahora soy asturiano. Sí, porque mi sangre vertí en esta tierra y tiene siete años de vida mía y se llama Alba y hereda, como única herencia, mi complicado apellido.
Porque soy de dónde estoy. Porque tenemos todos más en común que lo que nos puede separar, a pesar de los vividores de la política.
Porque me gusta Rosalía de Castro, Plá, Picasso, Serrat, Chillida, Morales, Velázquez, Camarón, Porrina, Lorca, Hernández, Machado, Chamizo, Espronceda, Casals, Imanol, etc..
Porque, tras sufrir reyes, emperadores, cardenales, caudillos, presidentes bélicos pro tejanos, antibélicos de pacotilla, mentirosos, corruptos y corruptas, estatutos que se sabían imposibles, tribunales desautorizados, pícaros, trincantes, mangantes, gestores de la inmundicia, belenes estébanes y sucedáneos, etc., llegó la única épica posible para esta nación triste.
Llegó un grupo de deportistas, unidos, profesionales, modestos pero orgullosos y tenaces, luchadores, ahítos de afán y profesionalidad, millonarios no obstante, pero dedicados a un objetivo común, devolvednos el orgullo posible frente a la tristeza reinante.
No me gusta el fútbol pero me empapé de épica, de tenacidad, de afán rojigualdo.
Sí, soy español. Soy de izquierdas, soy republicano, soy progresista sin carné posible ante tanta desfachatez. Pero soy español y seguiría dando la  vida por cualquier otro u otra española aunque se sienta de una nación inventada.