La revolución posible.

Además de la gran mayoría del país, existen dos colectivos básicos del sistema que dan sobradas muestras de sumarse a la indignación general a pesar de encontrarse en una incómoda y controvertida situación en época de conflictos. Me refiero a la judicatura y a las ffcc. de seguridad del Estado.
Nadie se alarme de antemano. Nada más lejos de mi intención que ninguna trama golpista ni actos ilegales de insumisión o desobediencia institucional como plantea algún irresponsable líder político o sindical.
Se trataría de cumplir estrictamente la función constitucional que se les asigna, pero priorizando en lo que realidad importa.
Imagínense por un momento que se empiezan a desenterrar legajos judiciales archivados, informes, dossieres y notas informativas policiales que no llegaron mas que a un cajón de algún mando de libre designación.
Una actuación decidida y coordinada, sin salirse del procedimiento, un tirón de manta radical que llevara a la cárcel a todo maleante que contamina las instituciones y la vida pública, sin temor a que caigan partidos, agentes sociales, ong's y el "sursum corda".
Una catársis sanitaria que depurara el sistema y lo dejara hecho un solar para que la sociedad refundara los cimientos de algo nuevo.
Si llenamos las prisiones de la gran mayoría de los verdaderos delincuentes y recaudamos gran parte de lo trincado no será un milagro que cure totalmente nuestros males, pero empezaríamos a intentarlo.
Muchos dirán que es una idea descabellada pero viendo las alternativas que se dan por izquierdas y derechas, basadas en fórmulas ya probadas y de nefastos resultados, o sea, la checa o el cuartelazo, pues miren a ver.
Bueno.
Ahí lo dejo, que empiezan a oírse sonidos extraños por mi escalera y el móvil se ha vuelto loco.

DE MOROSOS Y SUS CATEGORÍAS



Que somos un país de pícaros, caceros y pufistas no habrá quien lo niegue, digo yo. Pero lo peor que puede ocurrirle a un país así es que haya resignación al latrocinio, asunción del trinque y el impago como modo de vida.
Cuánto empresario de postín, seguro que alguno conocen, ha vivido y se ha enriquecido gracias a dejar pufos colosales a bancos, proveedores, instituciones públicas (de estas mejor no hablar porque merecen un capítulo), etc., etc. El caso es que luego no tenían nada, nada a su nombre, claro está, pues conducían el coche de lujo de su señora, vivían en el chalé faraónico de su retoño, y la empresa había dejado de existir y ya podía uno reclamar al maestro armero.
Las triquiñuelas legales a las que puede acogerse un ladrón de los de esta ralea son insondables. Y así viven muchos, timando y estafando a los primos, que somos usted y yo, usando de ganchos otros cómplices de postín.
Eso sí, no se le ocurra a usted dejar de pagar un recibito sea del servicio que sea, un pago de hipoteca, el IBI, o cualquier deuda privada. Caerá sobre usted todo el peso de la ley, le echarán encima matones, abogados, y le quitarán hasta las costuras de los gayumbos además de premiarle con el honor de estar en una de esas listas de morosos de las que es más difícil borrarse que apostatar.
Parece, bueno, no parece pues era vox populi, que ese era el estilo del ilustre expresidente de los empresarios patrios, buena representación para el colectivo, tanto como poner a un vago como sindicalista, ah, ¿que también pasa?.
A ver si cunde el ejemplo y ejemplarizamos con quién tenemos que hacerlo, no con los de siempre.