A propósito de estos tiempos.

Vamos a ver. No seré yo quien critique las políticas de acercamiento a los ciudadanos de ciertas instituciones.  De hecho yo contribuí humildemente a ello en lo que a mí competía. Creo que es una necesidad que, centrándonos en mi ámbito ahora, la ciudadanía sienta que su Policía está cercana a la misma como servicio público que es.
Desde que entré en esta institución lo hice con ese convencimiento.
A lo primero que se debe un policía es a la ciudadanía, por encima de las autoridades políticas y es a la ciudadanía a la que tiene que estar próximo.
Pero no nos hagamos líos.
Un policía no es un voluntario de Cruz Roja o Protección Civil, aunque en la mayoría de sus intervenciones ejerza de ello.
Un policía tiene que dar seguridad y cumplir y hacer cumplir leyes que, muchas veces, son incómodas para el afectado así como para el garante de las mismas.
Un militar no está para repartir bocadillos en el tercer mundo. Para eso hay ONGs que desarrollan una encomiable labor.
El militar dispara en nombre de un Estado y el policía usa la fuerza en nombre de la legalidad democrática.
Ingrato es, no lo duden, pero chistes malos en una cuenta de twitter y unos guardias desafinando en flamenco cutre no nos derrimen de los prejuicios.

VOTAR A FILO DE ESPADA.

En esta ocasión voy a votar. La mayoría de las veces que lo he hecho, sobre todo las recientes, lo he hecho sin ninguna ilusión, al mal menor, a lo que creía más cercano a mi particular visión de las cosas o, mejor dicho, más lejano a lo que no quiero.
Esta vez voy a cometer una imprudencia, una irresponsabilidad, y voy a votar lo quizá menos recomendable.
Voy a votar a una gente cuya trayectoria y orígenes políticos no me entusiasma especialmente, pero lo que me importa no es de dónde se viene sino hacia dónde se va. Y de eso tampoco estoy convencido, pues soy desconfiado por naturaleza y experiencia.
No me creo nada de nadie pero debo ejercer mi derecho al voto porque es preciso que todo cambie.
Y mi voto del despropósito se basa en eso, sin entusiasmo militante, en contribuir a forzar un cambio profundo en nuestra democracia.
Puede que me equivoque, incluso que me arrepienta, pero no será peor que lo padecido hasta ahora.
La gente a la que voy a votar, y reitero que no me acaban de convencer, de momento no me ha robado, no me ha maltratado, no ha utilizado mis contribuciones al fisco para engordar sus bolsillos y los de sus allegados, no ha empobrecido a los más pobres y enriquecido a los más ricos. De momento no lo ha hecho. Se quién lo lleva haciendo bastante tiempo sin sonrojarse.
Podría optar por nuevas caras amables de formaciones más antiguas pero, qué quieren que les diga, me cansa tanto el discurso decimonónico y las nostalgias tricolores que prefiero mirar hacia delante, hacia la posible Tercera República sin intentar hacer "remake" de la Segunda.
Voto desde las tripas, lo cual no quiere decir que no haya reflexionado. Mi papeleta lleva toda la intención. La decepción, de producirse, no me dañará en exceso, estoy curtido en decepciones, pero hay que forzar un cambio y, si no funciona, dentro de cuatro años, otra papeleta.
Mi voto es una bofetada democrática, nunca física, a una clase política que lleva tiempo pidiendo "ondonadas de hostias", electoralmente hablando.
Un voto "a filo de espada".