Indignación distraída.

Estamos en democracia, ¿no?, una parte nada desechable del arco parlamentario, representantes legítimos de una buena parte del pueblo español, decide no aplaudir a un Jefe de Estado cuya supuesta legitimidad recae en la herencia y en un referéndum constitucional que consistía en todo o nada. ¿Hay algún problema en que los representantes de una parte importante del pueblo, respetando el status legal, se resistan a rendir pleitesía al hijo del cazador de elefantes?. Pues no, demócratas míos, entra dentro de la normalidad de la proporcional representación de la ciudadanía. Que el foco mediático se centre más en estos desplantes simbólicos que en la absoluta falta de respeto que han demostrado otros con los ciudadanos en general, sus propios votantes en particular, y la estafa a la que siguen sometiendo a los depositarios de la soberanía, que son los componentes del pueblo español, es para hacérselo mirar. Aunque está claro que un pueblo inculto y aborregado da más importancia a los símbolos inocuos que a las tristes realidades. El tótem por encima de la tribu.