Días extraños de sucesos extraños,
estocadas al viento,
carne que se desvanece entre los dedos
como ceniza.
Un día tienes todo y, al mediodía,
con la campanada implacable,
estás vacío.
Te has desbordado, imbécil.
Tanto te llenaste que rebosaste.
Eres un vano envase,
un contenedor de la nada.
Porque no hay nada.
Ni aquí, ni ahí, ni más allá.
Creías que volabas como Ícaro,
pero el sol es cruel
y las alas de papel.
Sigue a ras de suelo,
pisando asfalto estable,
si caes
sabes con qué te golpeas.
A mí me valdría con saber que he volado, que sé volar.
ResponderEliminarNo todos pueden volar.
Me valdría con saber que he estado cerca del sol.
Que el sol sigue ahí arriba, y que cuando levante los ojos puedo verlo, puede calentarme, a pesar de estar yo aquí abajo.
Depende del batacazo.
ResponderEliminar