
Esta noche, particularmente espesa, me está derrumbando el peso de mi sombra. Tras portearla durante todo el día, como negro lastre, proyección oscura y maleable, arrastrándose anclada a un lado y a otro de mi cuerpo, asumo la tragedia. No me queda otro remedio que asesinarla a sangre fría antes de que acabe conmigo. Apagar la luz, y a la vez, como consecuencia, en legítima defensa, borrar su malévola existencia. Dormir y esperar a su heredera del día siguiente, nacida con el primer toque de interruptor y con la que tendré tambien que cargar como eterna condena por el crimen diario.
Siento que mis palabras carezcan de tu poesía. Sólo puedo decir que esta noche me costó dormir, y que me quedé sentada a oscuras, esperando que el sueño me venciera y se llevara consigo mi sombra.
ResponderEliminarSiempre llega el día y, una vez lavada y planchada, tu sombra te será más agradable
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