No es fácil pretender ir de referente ético en lo que a la política se refiere. Se ha de contar con la evidencia de que le van a medir a uno hasta las costuras de los gayumbos. Una nimiedad, una bagatela, será sobredimensionada hasta lo insostenible.
No obstante, cuando se gobierna, hay que asumir que habrá oposición, más o menos agresiva pero oposición al fin y al cabo y no pueden atribuirse los actos de oposición a campañas de acoso y derribo.
Cuando se ha podido cometer un error, por nimio que éste sea, lo mejor es rectificar y aquí paz y después gloria.
Eso si se reconoce que ha habido error.
Si no se reconoce pues no hay nada que rectificar y se defiende el hecho sin ambages y sin amenazar con encender el ventilador de la porquería por muchas razones que uno tenga para hacerlo. Si hay que hacerlo se hace, pero no como defensa.
Que el desliz, de existir, sirve para que todo tipo de desaprensivo se regodee por la red para incidir en la injuria y en la infamia, también hay que asumirlo pero no se le debe dar la mínima importancia a lo que no la tiene. Eso no es política, es otra cosa que otros hemos sufrido también y que, si bien afecta a nivel personal, hay que dejar correr, como fluye la mierda por el alcantarillado o bien emprender las acciones legales que se consideren oportunas. Todos sabemos, con mayor o menor certeza, quienes se ocultan tras los apodos.
Ese tipo de plataformas de "trolls" enmascarados no es más que eso, un club de onanistas con pseudónimo, por mucho que se pretenda elevar a la categoría de medio de comunicación a algo que no lo es.
La política es otra cosa en la que debe primar el respeto y a las críticas y las discrepancias hay que responder con argumentos y no con pataletas.
Y bien cierto es que de las cantidades de las que se habla nada tienen que ver con las malversaciones y los latrocinios que recorrieron península y archipiélagos a lo largo de los años, pero en estos casos el tamaño no es lo que importa, y menos en los tiempos que corren.
No obstante, cuando se gobierna, hay que asumir que habrá oposición, más o menos agresiva pero oposición al fin y al cabo y no pueden atribuirse los actos de oposición a campañas de acoso y derribo.
Cuando se ha podido cometer un error, por nimio que éste sea, lo mejor es rectificar y aquí paz y después gloria.
Eso si se reconoce que ha habido error.
Si no se reconoce pues no hay nada que rectificar y se defiende el hecho sin ambages y sin amenazar con encender el ventilador de la porquería por muchas razones que uno tenga para hacerlo. Si hay que hacerlo se hace, pero no como defensa.
Que el desliz, de existir, sirve para que todo tipo de desaprensivo se regodee por la red para incidir en la injuria y en la infamia, también hay que asumirlo pero no se le debe dar la mínima importancia a lo que no la tiene. Eso no es política, es otra cosa que otros hemos sufrido también y que, si bien afecta a nivel personal, hay que dejar correr, como fluye la mierda por el alcantarillado o bien emprender las acciones legales que se consideren oportunas. Todos sabemos, con mayor o menor certeza, quienes se ocultan tras los apodos.
Ese tipo de plataformas de "trolls" enmascarados no es más que eso, un club de onanistas con pseudónimo, por mucho que se pretenda elevar a la categoría de medio de comunicación a algo que no lo es.
La política es otra cosa en la que debe primar el respeto y a las críticas y las discrepancias hay que responder con argumentos y no con pataletas.
Y bien cierto es que de las cantidades de las que se habla nada tienen que ver con las malversaciones y los latrocinios que recorrieron península y archipiélagos a lo largo de los años, pero en estos casos el tamaño no es lo que importa, y menos en los tiempos que corren.