Las togas al vuelo, sueltas, muy sueltas, andan desde hace tiempo. La justicia, pilar de la democracia, tiene la toga manchada del fango político y los ciudadanos, sufridores de los desaguisados, son conscientes de ello.
Sufren de escasez de medios, bien es cierto, de saturación pues ahora se denuncia todo lo denunciable. Los padres a los hijos, los hijos a los padres y a los hermanos, los hermanos a los médicos, los médicos a todos, entre amigos por un quítame allá esas pajas, las cadenas televisivas por un video aquí y otro allá. Vamos, lo que hace unos años se solucionaba razonablemente con un ligero intercambio de bofetadas, apretón de manos posterior, ahora precisa de abogado y procurador y un talonario dispuesto para condenas y costas procesales. Pero, al ser un derecho irrenunciable de los ciudadanos el amparo de la justicia, pues habrá que facilitar los medios para que sea efectivo.
Otra cosa es que negligencias gravísimas, de dramáticos resultados, se solventen a multa liviana. Si la misma negligencia la hubiera cometido un funcionario de otro sector de la administración, bien lo veríamos en el banquillo, imputado por un grave delito.
La objetividad brilla por su ausencia en las salas y las deliberaciones de tribunales, como el Constitucional, parecen más debates parlamentarios, como reflejo pleno del bipartidismo patrio. Los códigos, civil y penal, tienen su articulado duplicado dependiendo del juzgado y del juzgador que le toque en suerte.
Los partidos políticos, con sus satélites como medio, utilizan la justicia para hacer oposición mutua a golpe de querella, locos por sentar en el banquillo a adversarios políticos electos y elegibles.
Quizá, por qué ellos no, tenga derecho a la huelga y gocen de legitimidad sus reivindicaciones, pero, con la que está cayendo, bien podrían someterse a una reconversión urgente que devuelva a los juzgadores la dignidad que se les exige en un país serio.
Pero claro, esto es España y, como negarlo, no fue un país serio ni con Felipe II, que tenía fama de antipático aparte de un imperio que acabó; por mor del cachondeo, el trinque y la jodienda; apestando a rancio y exportando la corrupción y la picaresca allende los mares.
Y parece que habrá huelga, quizá encubierta como la de los pilotos, o quizá veamos la Gran Vía inundada de negrura de toga y cientos de legajos de sumarios en carretillas para ser quemados frente al ministerio o para ser usados de barricada frente a los atónitos antidisturbios, quizá ilusionados con una contundente carga contra los otrora intocables.
1 comentario :
Impecable el artículo y una exposición bien clarita de cómo está el patio justiciero. ¿Jueces a la huelga? Me gustaría verlo. ¿Carga policial? Ni hablar. Hasta que la independencia del tercer poder no sea una realidad, seguiremos viendo "multitas", errores y un "gremio" de intocables.
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