Ruego disculpen Vuesas Mercedes mis ausencias por estos lares. Si es que alguien me echó en falta que no quiero pecar de pretencioso.
Y es que anduve desconectado de estas cortes virtuales donde se hace, hoy en día, más sociedad que en la vida real.
No obstante les diré que socialicé, pero en carne y hueso, y hueso y carne tenía el magnífico cordero a la estaca que degusté por tierras de Laviana, amablemente invitado, con lo que el sabor fue más intenso por ser de gorra.
También me embadurné de salitre cantábrico por la playa de San Lorenzo, sorteando olas con mi hija que, en una versión transgresora de la sirenita, tira más al mar que al monte, vamos, que tiene vocación de pez y acabarán saliéndole escamas y a mí, por obligado acompañante de zambullidas, una aleta en la chepa que yá la pillara Spielberg en sus buenos tiempos.
Y como lo uno lleva a lo otro pues también me embadurné de sol. De un sol criminal, renegado por infrecuente, que se ensañó con mis cueros mutándome en nécora cocida.
Es lo que tiene el verano, aunque sea un verano raro e inclemente, que desengancha a uno de la maraña interactiva y lo relaja, a veces, cuando no anda a remojo de espumas o rebozado de arena y rayo ultravioleta.
Pero no crean que tardaré en cansarles con mis despotriques, que seguro que a la vuelta hay tela que cortar y, ahora, qué quieren que les diga, no me apetece sacar "serpientes de verano" que de reptiles andamos servidos.
Diviértanse.
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