Sí. Es cierto que ando desganado por estos pagos. Que uno no quiere, o evita, o declina el opinar sobre ciertos avatares de nuestro devenir diario.
No sé.
Todo el mundo evoluciona y, dependiendo de épocas y transcurrires, es inútil forzar el escribir de lo que sea en plataformas voluntarias y terapéuticas, muchas veces inocuas.
No obstante, siento necesidad de verter despropósitos por estos pagos.
Pero son tantos los despropósitos que se me ocurren que no sé por dónde empezar.
Tuvimos Melilla, esa Melilla nuestra que tenemos pero de la que nos olvidamos salvo cuando vamos a comprar tabaco, whiskey o electrónica varia, por aquello de los impuestos. Otros compran otras cosas y, si no les sale bien, así les va.
Melilla forma parte de eso que se ha venido en llamar, por mor de la corrección politica, el Estado Español, no vaya a ser que a alguien, con sueldo del erario, le salgan sarpullidos.
Melilla fué plaza española antes que Marruecos fuera un estado, y, diatribas y consideraciones varias aparte, la mayoría de sus habitantes se sienten españoles.
Por lo tanto, en Melilla, como en Ceuta, hay una frontera. Una frontera, no sólo del, otra vez, Estado Español, sino de la Unión Europea, que suena menos carca.
En las fronteras suele haber policías. Sí, esos que tienen que usar la fuerza legal para defenderlas. En los países democráticos hay policías de ambos sexos, con la misma autoridad delegada atribuída.
Esos policíos y policías (según diría Aído o Aída, la celeste), tienen una obligación. Una misión encomendada, que no es otra que controlar la frontera y que, diga el dictador primo del monarca lo que diga, no se vulnere el derecho internacional.
Pero claro, uno, o una, que lo mismo me da, no está a lo que están los gobernantes. Está a lo escrito que, para eso, le pagan poco, no poco, cada vez menos, entonces resulta que, decide hacer su trabajo y, miren ustedes, se convierte en un conflicto internacional.
Un conflicto ficticio creado por alguien que está acostumbrado a las avalanchas provocadas, como aquella vergonzante marcha verde que convirtió al pueblo saharaui en esclavo de Marruecos.
Pero es pasado todo, según Rubalcaba, y los policías y las policías heridos y heridas en las agresiones, vejadas en carteles difamatorios, la mayoría de ellas musulmanas, quedan en tercer plano. Que para eso están, para aguantar, sufrir y que, a más de todo, les rebajen el sueldo por mor de ésta, nuestra comunidad.
Todo es pasado y se pagan rescates a terroristas, liberando a cabecillas, por mor de la integridad de los rehenes. Y me alegro que los rehenes vuelvan a casa, no me malinterpreten, pero estamos abriendo la veda del secuestro al onegerista español.
Y no digo que hagan como en Filipinas que, menuda cagada, pudo haber acabado mucho peor lo del autobus siniestro, pero, por favor, les ha salido bien y están los rehenes en casa, todos felices y yó el primero, pero para qué servirá el rescate entregado y negado. Para apuntarse otros éxitos o fracasos diplomáticos.
No obstante diré, por justicia, que en la mayoría de estos casos, los intermediarios son funcionarios públicos, mal pagados, que suplantan a familiares o diplomáticos con el cañón de un kalasnikoff en los riñones, pero sobre los que no transciende la mínima noticia si el caso sale mal. El muerto al hoyo y el vivo al boyo. Qué país.
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