No quisiera yo quedar como derrotista compulsivo, habiendo razones para ello y aptitud sobrada para el pesimismo recalcitrante.
Creo en la democracia como sistema, quizá el menos malo de los posibles para organizar las manadas humanas. Porque somos eso, bestias, unos más acémilas que otros, pero bestias al fin y al cabo.
Y como tales nos tratan nuestros protolíderes.
Lo que ocurre actualmente es que de manada hemos pasado a rebaño, a grey hipnotizada, pastoreada por los que nos cardan la lana y se llevan la fama.
El sistema hace aguas, por el lado económico ni que decir tiene, tenemos capitalismo para rato y, a pesar de los fallos y maldades demostradas, parece que, en lugar de solventar las vías de agua que nos llevan al naufragio, vamos dinamitando toda línea de flotación posible.
Los gobiernos que, presuntamente, elegimos, gobernarán cada vez menos pues seguirán mandando los de siempre, los innombrables.
Pero todas estas sandeces que estoy escribiendo, por muy borregos que ustedes sean, incluyéndose un servidor, ustedes las tienen bastante claras.
Ahí está el problema, asumimos lo inasumible, seguimos pagando la cama a quién nos profana los esfínteres.
Por aquí, por las Asturias, cuna de la hispanidad cristiana, tenemos mierda para dar y tomar, pero no se alarmen, no pasa nada.
La operación "Marea" trae oleadas de podredumbre a las costas de la decencia pero, en la calle, en las campañas políticas y en todo mentidero se toma como asumible. Como Villa Magdalena, los caballos de Gabino y otras historias pues en esta función no se salva ni el apuntador.
Tú gobiernas, hablas con tu primo que monta una empresa para facturar dinero público contra contratos que sabes que le vas a dar y aquí todos tan contentos. Si, encima, tras gestionar subvenciones europeas, esas que no recordamos que también salen de nuestros bolsillos, creamos empleo de calidad entre los familiares de los líderes sindicales y algún opositor, mejor que mejor.
Si esos empleos vienen en el kit de prejubilación a los cuarenta, pues para qué queremos más.
Porque "está así montao", porque "son unos mangantes pero yo tengo mi cochera llena de herramientas de la empresa pública, que nunca me faltó de ná", son algunas de las expresiones populares más extendidas.
Se filtran intervenciones telefónicas y, cuando aparece algún nombre, pues una media sonrisa de asunción de la evidencia conocida.
Todo, sin entrar en profundidades, sin mencionar ayudas al carbón nacional comprado afuera, y otros trapicheos de andar por casa.
Y somos nosotros los culpables, el pueblo llano, porque no ejercemos la conciencia, teniendo insana la propia en la mayoría de los casos.
Y las opciones, la alternancia que dicen, es otra falacia o un relevo de mangantes, en mayor o menor graduación.
Para que no me tachen de derrotista, retorno al principio, diré que tengo la seguridad de que existe gente honrada, decente, en la política y fuera de ella, ilusionada en cambiar las cosas, unos desde dentro y otros esperando entrar, pero habría que plantearse una revolución, y no me refiero a la barricada ni a la decapitación de nadie, que es de muy mal gusto, sino a una revolución ciudadana que nos lleve a la regeneración ética, no sólo de la política sino de la ciudadanía en su conjunto.
Que el trinque sea la excepción y no la regla.
Creo en la democracia como sistema, quizá el menos malo de los posibles para organizar las manadas humanas. Porque somos eso, bestias, unos más acémilas que otros, pero bestias al fin y al cabo.
Y como tales nos tratan nuestros protolíderes.
Lo que ocurre actualmente es que de manada hemos pasado a rebaño, a grey hipnotizada, pastoreada por los que nos cardan la lana y se llevan la fama.
El sistema hace aguas, por el lado económico ni que decir tiene, tenemos capitalismo para rato y, a pesar de los fallos y maldades demostradas, parece que, en lugar de solventar las vías de agua que nos llevan al naufragio, vamos dinamitando toda línea de flotación posible.
Los gobiernos que, presuntamente, elegimos, gobernarán cada vez menos pues seguirán mandando los de siempre, los innombrables.
Pero todas estas sandeces que estoy escribiendo, por muy borregos que ustedes sean, incluyéndose un servidor, ustedes las tienen bastante claras.
Ahí está el problema, asumimos lo inasumible, seguimos pagando la cama a quién nos profana los esfínteres.
Por aquí, por las Asturias, cuna de la hispanidad cristiana, tenemos mierda para dar y tomar, pero no se alarmen, no pasa nada.
La operación "Marea" trae oleadas de podredumbre a las costas de la decencia pero, en la calle, en las campañas políticas y en todo mentidero se toma como asumible. Como Villa Magdalena, los caballos de Gabino y otras historias pues en esta función no se salva ni el apuntador.
Tú gobiernas, hablas con tu primo que monta una empresa para facturar dinero público contra contratos que sabes que le vas a dar y aquí todos tan contentos. Si, encima, tras gestionar subvenciones europeas, esas que no recordamos que también salen de nuestros bolsillos, creamos empleo de calidad entre los familiares de los líderes sindicales y algún opositor, mejor que mejor.
Si esos empleos vienen en el kit de prejubilación a los cuarenta, pues para qué queremos más.
Porque "está así montao", porque "son unos mangantes pero yo tengo mi cochera llena de herramientas de la empresa pública, que nunca me faltó de ná", son algunas de las expresiones populares más extendidas.
Se filtran intervenciones telefónicas y, cuando aparece algún nombre, pues una media sonrisa de asunción de la evidencia conocida.
Todo, sin entrar en profundidades, sin mencionar ayudas al carbón nacional comprado afuera, y otros trapicheos de andar por casa.
Y somos nosotros los culpables, el pueblo llano, porque no ejercemos la conciencia, teniendo insana la propia en la mayoría de los casos.
Y las opciones, la alternancia que dicen, es otra falacia o un relevo de mangantes, en mayor o menor graduación.
Para que no me tachen de derrotista, retorno al principio, diré que tengo la seguridad de que existe gente honrada, decente, en la política y fuera de ella, ilusionada en cambiar las cosas, unos desde dentro y otros esperando entrar, pero habría que plantearse una revolución, y no me refiero a la barricada ni a la decapitación de nadie, que es de muy mal gusto, sino a una revolución ciudadana que nos lleve a la regeneración ética, no sólo de la política sino de la ciudadanía en su conjunto.
Que el trinque sea la excepción y no la regla.
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