Era de esperar. Poco a poco, todo va degenerando y un barco con muchos timoneles corre el riesgo de acabar a la deriva. La eternización estática comienza a cansar los entornos y la amalgama heterogénea va dejando paso a otras éticas y estéticas que intentarán imponerse. Estéticas a las que estábamos más acostumbrados y cuya espontaneidad no lo es tanto.
Primero sutilmente, como quién no quiere la cosa, pequeños gestos de entorpecimiento inapreciables pero suficientes para consagrar la teoría de la acción-reacción.
Los medios, que se resisten a la crítica abierta, comienzan a estar incómodos en los otrora paraísos primaverales de la jaima estudiantil. La derecha mediática pide mano dura o mano blanda, dependiendo de dónde y cómo, como siempre. La izquierda no sabe de dónde sacar partido y, desorientada por naturaleza, se pierde en la entelequia mientras las melenas brillantes van siendo sustituídas por la rasta. Y no tengo yo nada en contra de las rastas, allá cada cual, pero creo que se puede entender a qué me refiero.
Los imputados ocupan sus escaños con obscenidad bendecida por crucifijos pero sus escaños les han sido dados por los votantes, que la gente votó, y más que otras veces, nos gusten los resultados o no y debe la justicia terminar su trabajo. Todo sigue igual aunque en la calle haya ruído, ruído que irá a más, me temo, pero aun con razones, los ecos se irán apagando por el hastío si no se innova en las estrategias.
El sitiar los parlamentos no creo que sea buena idea a no ser que lo que se quiera no sea reformar la democracia sino abolirla.
Primero sutilmente, como quién no quiere la cosa, pequeños gestos de entorpecimiento inapreciables pero suficientes para consagrar la teoría de la acción-reacción.
Los medios, que se resisten a la crítica abierta, comienzan a estar incómodos en los otrora paraísos primaverales de la jaima estudiantil. La derecha mediática pide mano dura o mano blanda, dependiendo de dónde y cómo, como siempre. La izquierda no sabe de dónde sacar partido y, desorientada por naturaleza, se pierde en la entelequia mientras las melenas brillantes van siendo sustituídas por la rasta. Y no tengo yo nada en contra de las rastas, allá cada cual, pero creo que se puede entender a qué me refiero.
Los imputados ocupan sus escaños con obscenidad bendecida por crucifijos pero sus escaños les han sido dados por los votantes, que la gente votó, y más que otras veces, nos gusten los resultados o no y debe la justicia terminar su trabajo. Todo sigue igual aunque en la calle haya ruído, ruído que irá a más, me temo, pero aun con razones, los ecos se irán apagando por el hastío si no se innova en las estrategias.
El sitiar los parlamentos no creo que sea buena idea a no ser que lo que se quiera no sea reformar la democracia sino abolirla.
2 comentarios :
Filodespada, tu artículo de hoy es un poquito críptico pero se llega a adivinar a qué te quieres referir.
Yo soy muy primario y por eso no se me ocurre otra idea, a la hora de esperar los cambios que recomiendan y piden los indignados del movimiento 15-M, que los actos violentos.
Lo siento.
Lamentablemente es la mano dura la que impone temores/respetos, la que consigue los derechos y aspiraciones.
Si los indignados del 15-M no levantan los adoquines para hacer barricadas, como los jóvenes del mayo francés 1968, pocos les van a escuchar; pocos les van a respetar; pocos les van a temer.
Esto da para mucha disertación.
Si además le añadimos eso de los varios timoneles que mencionas, malo sobre peor.
Espero estar muy equivocado.
Un saludo,
Peña: no creo en las revoluciones hechas con adoquines. Está por ver alguna que funcione.
Una revolución de decencia sí se necesitaba. Y algo de eso ha habido. ¿Servirá de algo, o no? De nosotros depende. Ser decente cuesta mucho tiempo y esfuerzo, y da frutos pequeñitos. Pero los atajos ya sabemos adónde llevan.
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