No voy a referirme a esos chicos de las algaradas, a los que se vanaglorian de echar policías del barrio, grabando sus supuestas victorias con el IPAD, al intentar impedir que se detenga o identifique a ciudadanos delincuentes o infractores, a los cuales, su condición de minoría étnica les exculpa, según los concienciados jovenes twitteros, de no pagar el metro o traficar con drogas. Ese es otro tema, anecdótico, y el Estado, cuando la mezquina conveniencia política lo considere oportuno, acabará imponiendo la legitimidad de las leyes.
Voy a hablar de otros antisistema que nada tienen de perroflautas, ni llevan rastas ni elevan sus gritos por las calles o las plazas.
Estos antisistema ejercen su torpedeo de los pilares del Estado desde las televisiones, periódicos de gran tirada, escaños parlamentarios y, sobre todo, judicializando lo inimaginable en un país serio.
Llevan perpetrando sus fechorías desde que perdieron unas elecciones y se dedicaron a fabular una sangrienta y maquiavélica conspiración que no se le habría ocurrido ni a Dan Brown, el del Código Davinci.
ETA fue siempre su gran baza. Aprovechar la indignación y el dolor de las víctimas para manipularlas tanto a ellas como al resto de ciudadanos hartos de la barbarie de los socios de BILDU siempre les fue bien.
Así surgieron Peones Negros y resucitaron extremistas movimientos que, aliados con el marido de la modista, pretendieron vincular al gobierno, su partido, las fuerzas de seguridad y a ETA, en un infumable gazpacho, para hacerlos responsables de la mayor masacre de nuestra historia reciente.
Recuerdo al entrañable Labordeta consolando en el Congreso a un policía con el que se ensañaron pretendiendo cargarle con el peso de los cadáveres de Atocha. Quién iba a decir que Labordeta se iba a ver defendiendo la honradez de un policía, pero eso es síntoma de sentido democrático y madurez política.
Desde entonces su mayor afán ha sido judicializar la lucha antiterrorista. Ahora va de faisanes la cacería y han conseguido procesar a gentes de intachable currículum en la defensa de la seguridad del Estado y de sus ciudadanos.
Claro que la seguridad, más la del Estado que la de los ciudadanos, tiene entresijos ocultos, difíciles de entender, cloacas, como les llaman algunos, pero todo país necesita de alcantarillado, nos guste más o menos, y ese alcantarillado sanitario debe ser supervisado, como no, controlado, fiscalizado, pero los secretos del Estado no se dirimen en un banquillo de los acusados cuando el país es un país serio.
Pretender encarcelar a servidores públicos por mor de derrotar al adversario político no es más que un acto de irresponsabilidad y de antisistemismo radical, que igual trae consecuencias cuando les toque a ellos liderar el sistema al que están minando.
1 comentario :
En eso de las cloacas, y de los atajos a la legalidad, creo que hay que ser muy duro con los abusos. Con la tortura, por ejemplo.
Sin embargo, en lo que no hace daño a nadie, en la estrategia que la policía siga para detener en un momento o en otro, creo que saben hacer su trabajo, y que estoy en buenas manos.
Procesar a unos policías por colaborar con ETA es una estupidez de tal calibre que sería de risa si no fuera porque es más bien para llorar. Más o menos como acosar a un Tedax del 11-M, a un tipo que manipula bombas para salvar vidas, con acusaciones que saben perfectamente que son falsas.
Me subleva.
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