En España contamos con un mal endémico, el pueblo lacayo, el que asume su rol lamiendo las botas de la oligarquía de siempre, a cambio de cierta supuesta seguridad.
El pueblo costalero, el que comulga ruedas de molino, guardés del cortijo, encantado de recoger las perdices al señorito.
El pueblo miedoso a cualquier cambio que pueda suponer que le quiten el “chusco”.
Es hora de que se reafirme el pueblo orgulloso, que se rebela contra la injusticia real y defiende la patria de lo común.
Creo en esta España, no en la que sólo ve españoles ni en la que somete a las personas a meros sujetos de nacionalidad, envolviendo a los ciudadanos en banderas mientras les roba a saco.
Creo en la España creativa, profesional, osada y valiente pero sin atavismos ni supersticiones.
La España ilustrada, sin hábito ni confesionario, la de Cervantes, Quevedo, Valle Inclán, Rosalía, Unamuno, Ortega y todos los que vinieron detrás.
La otra España que mostráis muchos me da grima y mucho asco. Así que es lo que hay. Así pienso y así os lo he contado.
El pueblo costalero, el que comulga ruedas de molino, guardés del cortijo, encantado de recoger las perdices al señorito.
El pueblo miedoso a cualquier cambio que pueda suponer que le quiten el “chusco”.
Es hora de que se reafirme el pueblo orgulloso, que se rebela contra la injusticia real y defiende la patria de lo común.
Creo en esta España, no en la que sólo ve españoles ni en la que somete a las personas a meros sujetos de nacionalidad, envolviendo a los ciudadanos en banderas mientras les roba a saco.
Creo en la España creativa, profesional, osada y valiente pero sin atavismos ni supersticiones.
La España ilustrada, sin hábito ni confesionario, la de Cervantes, Quevedo, Valle Inclán, Rosalía, Unamuno, Ortega y todos los que vinieron detrás.
La otra España que mostráis muchos me da grima y mucho asco. Así que es lo que hay. Así pienso y así os lo he contado.
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