Las mañanas dominicales de Mieres, como las de muchas otras ciudades, tienen su encanto, como yá he descrito en alguna ocasión.
Los ciudadanos endomingados acuden a la Plaza del Mercado a pasearse, comprar en el mercadillo dominical y tomar el vermut, todo ello con cierta ceremonia que huele a pueblo antiguo.
Unos encurtidos aquí, unas lechuguitas allá, calcetines de algodón y algún chollo marca "Barrul".
Entre esos puestos se mezclan los vendedores del "Top manta". Una actividad que, si bien no es delictiva en la actualidad, sigue siendo, a todas luces, ilegal, pues así lo decidieron los que hacen las leyes, o sea, los parlamentarios elegidos democráticamente por los ciudadanos, entre los que se encuentran, como no, los que van al mercado de Mieres.
El "Top manta" suele ser, a pesar de ser ilegal, una forma de ganarse la vida con la que la generalidad del pueblo tiene cierta permisividad cuando no comprensión absoluta y misericorde, lo cual no le da tintes de legalidad porque una cosa son los sentimientos altruístas del pueblo y otra la objetividad de la Ley.
A esa infracción legal que constituye la venta de material audiovisual pirateado se suele unir la circunstancia de que el infractor, además, por razones de injusticia social, suele incurrir en otra ilegalidad como es la estancia irregular. Y ésta ilegalidad es aún más problemática en el aspecto moral pues no se refiere a una acción ni omisión del presunto infractor sino más bien a una situación personal de evidente necesidad. Está claro que nadie emigra por placer, eso sería turismo y éste no es el caso.
Pero la estancia ilegal está también regulada según una ley también elaborada por un parlamento soberano.
Para la aplicación de las leyes y la persecución de los infractores a las mismas hay varias instituciones entre las que se encuentran, obviamente, las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Concretamente, las infracciones a la Ley de Extranjería, son de competencia del Cuerpo Nacional de Policía según la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Así que, si un policía de servicio, vaya de paisano o no, requiere la documentación a una de estas personas que tan simpáticas caen a los vecinos dominicales del mercado, a los cuales, a veces, se les compra una película para los niños o el último éxito de Melendi, está haciendo su trabajo. Simple y llanamente su trabajo.
El evitar que ese hombre haga su trabajo, el increparlo aludiendo a su santa madre, el dar lecciones morales sobre cuáles deben ser las prioridades de su función, el patearle en el suelo mientras procede a una detención legal y otras actitudes solidarias de semejante cariz, son, cuando menos, delictivas, por mucho que tras la trifulca nos recompongamos el peinado y recuperemos la dignidad del mierense paseante dominical.
Ésto ocurrió ayer en Mieres, un domingo de especial afluencia de público, debido seguramente al excelente día que hizo tras las navideñas lluvias, pero pudiera haber ocurrido en cualquier parte de España, qué digo yo, del Mundo mundial, puesto que somos así, gregarios, sectarios y tan buenos que la cagamos de forma habitual.
Pero no quiero dramatizar y recomendaría a los ciudadanos una pequeña reflexión sobre lo que significa la ley en un estado democrático a la hora de salir a la calle engalanados con ternos de solidaridad exacerbada.
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