UNO DE LOS NUESTROS

Otra vez el fuego. El fuego ritual de la tribu hace arder todo brote de esperanza.

Hoy, uno de los nuestros, como ha dicho el Presidente Vasco, ha sido vilmente asesinado.

En primera línea de la lucha contra la barbarie, Eduardo Antonio Puelles, nacido en el País Vasco, aunque eso es lo de menos, es la última estadística de la sangría anacrónica y vergonzante que padecemos en la Europa civilizada.

Cobardemente asesinado, si es que algún asesinato no lo es, carbonizado por los inquisidores, por los que llenan de sus retratos las calles, por los que se dicen perseguidos sustentados en el terror, por la más repugnante escoria que ha podido dar nuestra historia reciente.

Su familia sufre un daño irreparable pues, si bien nadie se recupera totalmente de la muerte de un ser querido, mucho menos cuando esa muerte viene dada por el absurdo y la infamia.

Sus compañeros, los míos, seguirán trabajando en su memoria con la firme determinación de acabar con los mafiosos que pretenden aterrorizar a todo un pueblo.

Hoy se han llevado a uno de los nuestros, y duele, pero no se llevarán la razón, ni la ética, ni los principios que sustentan a la gente de bien, que son mayoría, y a los que hombres y mujeres como Eduardo seguirán protegiendo.

No hay escondite para vosotros, por mucho que sigáis golpeando. Acabaréis donde tenéis que acabar.

Hoy el dolor y la rabia, mañana vendrá la alegría por las detenciones, seguro. Que somos más y mejores, mucho mejores.