Vergüenza no me daría haber preparado una oposición, aprobarla, formarme en Derecho Penal, Constitucional, Administrativo, Civil, Primeros Auxilios, Deontología profesional, Psicología, Sociología, etc.
Vergüenza no me daría haber recorrido media España y comprobar que es más lo que nos une que lo que nos separa.
Vergüenza no me daría ver el gesto de agradecimiento de una anciana cuando le recuperas la pensión recién robada, evitar suicidios, asistir heridos y moribundos, consolar familiares de víctimas mortales, rescatar personas en catástrofes, proteger mujeres maltratada;, detener maltratadores, chorizos, traficantes, violadores, estafadores, etc., sin atender a raza o condición por mucho que les pese en Lavapiés. .
Vergüenza no me daría tener que ver todo aquello que la mayoría, bien-pensantes incluidos, nunca quiere ver.
Vergüenza no me daría ser objetivo terrorista de uno u otro signo. Vilipendiado por derechas y por izquierdas según convenga al grupo mediático que corresponda.
Vergüenza no me daría enterrar compañeros honrados que dieron todo por su profesión y por los demás.
Vergüenza no me daría jugarme el pellejo por quién te desprecia, te criminaliza por sistema y te amenaza con despojarte del uniforme diciendo que paga tu sueldo y que no sabes con quién estás hablando.
Dirigido por políticos ineptos, siempre irresponsables e interesados, siempre mal pagado y mal querido por este país sectario, dogmático y tribalista de hijos de Caín.
No, vergüenza no me daría, al que le dé que se joda.
1 comentario :
Yo frecuentemente critico (o más bien "vigilo") a la policía, pero precisamente porque estoy muy de acuerdo con este artículo.
Es verdad que hay quien "criminaliza por sistema", pero eso ocurre también hacia funcionarios, profesores, médicos, abertzales o incluso gente que habla asturiano. Es un mal de nuestra sociedad, y hay que combatirlo. Sin duda.
Sin embargo, creo que esa "demostración de inocencia" o esa petición de cuentas permanente es saludable, y no podemos olvidar que la policía (y otros estamentos) es en quien los ciudadanos confían nada menos que la capacidad de usar la fuerza.
La gente normal no tiene que andar levantándose las mangas y diciendo "nada por aquí, nada por allá", pero un buen ilusionista sí debe hacerlo. Una policía que persigue sus propios abusos, sin contemplaciones ni disculpas, y que asume sus errores de manera valiente e intenta todos los días ponerles remedio, es una policía de la que uno puede sentirse aún más orgulloso, si cabe.
Lo difícil, lo extraordinario, del oficio creo que es lo que has dicho tú. Conducirse con respeto a los ciudadanos es, precisamente, lo que me parece más fácil, y exigible; entre otras cosas porque un antidisturbios que da un palo a una persona indefensa por puro sadismo arruina de manera estúpida el verdadero y extraordinariamente difícil trabajo de un antidisturbios que lidia con un grupo de delincuentes peligrosos que le lanzan cócteles molotov.
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