Con respecto a la enfermedad, la actitud y el exhibicionismo.
Habrá quien pueda pensar, y en su derecho estará; que mi decisión de compartir en las redes sociales sucesos, circunstancias y actitudes ante la enfermedad, tiene mucho de exhibicionismo, egocentrismo y autocompadecimiento.
Exhibicionismo, sin duda. Todos los “tontosdelnabo” que hacemos algo creativo, con mayor o menor fortuna; sean fotos, poemas o exabruptos, somos exhibicionistas.
Egocentrismo. Más que egocentrismo, ególatría sin aspavientos. Me quiero pero no me adoro. Los ateos no somos de adorar. Me reconozco y hubo ocasiones en que me detesté.
Autocompadecimiento. Aquí sí que no hay matices. El autocompadecimiento lo tengo en mi sofá, con mis canciones tristes y mis tragos alegres.
Al menos yo voy a dar mi explicación, que podrán compartir o no. Quien lo entienda bien, y quien no me va a dar bastante lo mismo.
Desde 2016 el cáncer no me da tregua. Yo puse de mi parte porque en impuestos al tabaco pagué más que Amancio Ortega en Rendimientos del capital.
Pero de eso hablaremos en otro capítulo.
Fue entonces cuando decidí compartir, más que la enfermedad en sí, mi personal actitud ante la misma.
Actitud que nunca fue ni mejor ni peor que la de cualquiera y nunca pretendió ser heroica o ejemplar.
Todo vino rodado. Elegí el humor y la sátira, huyendo de optimismos a lo Mr. Wonderfull, y surgió Indalecio, el stormtrooper explorador del HUCA en Instagram #indalecioenelhuca, un personaje más nacido de mi espíritu creativo y cansino que de otro afán.
Ustedes hicieron lo demás y las interacciones sinceras y afectuosas alimentaron el resto.
Los mensajes de gente afectada, directa o indirectamente por la enfermedad, ésta o similar, diciendo que mis locuras ayudaban a verlo de otra forma pues alientan al esfuerzo a la vez que, cuando uno desfallece, se impone el persistir.
En todas las etapas de la enfermedad he recibido yo más de ustedes que ustedes de mí.
Siempre me sentí reconfortado en los momentos duros, de una forma inusitada, desbordando cualquier expectativa.
Soltada toda esta perorata, les diré que mi actitud no tiene nada de épica ni heróica.
Las opciones ante este tipo de situaciones son pocas.
O acurrucarse a llorar, que también ocurre a veces, como no podría ser de otra forma, o intentar vivir lo que nos quede de la mejor y más digna forma posible, asumiendo nuestra naturaleza perecedera e imperfecta, con el miedo justo, a ser posible el mínimo indispensable.
Defender la ciencia, a nuestros médicos y a nuestra sanidad, que son los que nos pueden salvar y mirar hacia adelante hasta donde lleguemos.
No. La enfermedad no me hizo mejor. La enfermedad es una puta mierda y no es llevadero ni fácil para nadie, pero hay que ir asumiendo pequeños sufrimientos por mor del objetivo de un día más con la gente que te importa, haciendo algo que te gusta o rascándote las pelotas viendo una serie.
Bien es cierto que puede llegar el momento en que deje de merecer la pena y entonces decidir, legítimamente, optar por la no resistencia y por el camino, lo más dulce posible, hacia lo inevitable.
De momento seguimos y seguiré haciendo lo que hago como lo hago. No cuento todo, no es obligación, y lo que cuento lo hago lo más honestamente posible por respeto a gente que se halla en circunstancias similares o peores.
Esto no es una justificación, ni una explicación siquiera, es lo que me apeteció en este preciso momento.
Ante todo.
Gracias.
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