Sabía que tenía que escribir algo en su blog, sentía esa necesidad imperiosa de expresar algo pero las ideas se enmarañaban en su mente tupiendo un cortinaje que emborronaba cualquier intento de componer un verso. Era una tarde oscura, encapotada sin amenazar lluvia, miraba por la ventana y tampoco el exterior le iluminaba con alguna imagen inspiradora. El síndrome del folio en blanco, reconvertido al del formulario electrónico vacío, se había enquistado aquella tarde y el desasosiego que le producía aquella crisis creativa comenzaba a despertar en el Cabo Ramírez cierta ansiedad. Se levantó del escritorio y encendió un cigarrillo. Tenía que dejarlo, lo sabía, sabía que aquel vicio lo iba a matar pero tampoco era el día adecuado para planteárselo.
Entonces sonó el timbre del pequeño apartamento que ocupaba en
Abrió la puerta y allí estaba, como no, el bueno de Antúnez con una expresión de resignación que reflejaba claramente que algo, no demasiado grave, ocurría en el pueblo.
- Pasa, Antúnez, pasa.
- Perdone que le moleste, Cabo, pero es que tenemos cierto problemilla en la plaza de la Constitución, y, la verdad, no sé como solucionarlo.
- Venga, di qué es lo que pasa.
- Verá, Ramírez, el Nicanor que se ha vuelto majareta y está montando un espectáculo bochornoso en lo alto de la fuente.
- ¿Qué Nicanor?
- Coño, Cabo, el peluquero, ya sabe, el “mariquita”.
- Ah, “Niki”.
- Nicanor, Cabo, Nicanor, Nicanorcito de toda la vida, qué leches “Niki”.
- Bueno Antúnez, no seas burro, él quiere que le llamen “Niki” y no vamos a ser nosotros los que le llevemos la contraria.
- Vale, pues el “Niki” ese de los cojones que se ha “desmadrao”, se ha puesto una peluca color lila, un vestido corto de lentejuelas y unos zancos de medio metro y anda bailando, en “lo alto la fuente”, canciones de Abba que pone en un radiocassette de esos grandes. Ya hay un corrillo alrededor de tres mil pares de cojones, Cabo, y, de momento la cosa está tranquila y el público se lo toma a “chota”, pero ya sabe como se las gastan por aquí, solo basta que un “becerro” tenga una ocurrencia, coja un morrillo, y el Nicanor acaba “lapidao” como una adúltera en Afganistán.
- No pasa nada, hombre, que la gente está informada y es tolerante con estas cosas. Hoy es el día del “ORGULLO”.
- ¿Qué orgullo?
- El Orgullo Gay, Antúnez.
- Vamos, que es “San Maricón”, con perdón.
- Como puedes ser tan animal. ¿Tenemos a alguien en el espectáculo?.
- Si, claro, están allí García y Peláez, por si las moscas, pero yo creo que había que bajarlo de la fuente.
- Mientras no cause ningún daño al mobiliario público está en su derecho de expresarse. ¿No has visto en la tele como está Madrid?. ¿Lo del barrio de Chueca?.
- Si, Cabo, sí, que mira tú que abuchear a la maciza de
- Ya Antúnez, puede que no te falte razón, pero el “colectivo” tiene esa forma de reivindicar su igualdad.
- Pero qué igualdad ni igualdad. En este pueblo, que mire usted que son burros, siempre se supo que el Nicanor perdía aceite, y nadie se metió con él nunca, además se forra en la peluquería, que tiene el monopolio del “marujeo” del pueblo.
- Sí, pero parece ser que se sienten aún algo clandestinos y por eso este despliegue de plumas y correajes.
- ¿Y no cree usted que esto de los “colectivos” no acaba siendo una forma de separarse del resto, de endogamia?, ¿se dice así, no?. Además, qué cojones, ¿no pueden casarse ya y todo?. Hasta tienen su bandera y, con los tiempos que corren no se extrañe que pidan la autodeterminación y funden una “nación rosa”. Si eso es integración que venga Dios y lo vea. Y ¿no se ha fijado usted que ahora, para presentar un programa de televisión, por ejemplo, si no eres de la otra acera como que no vendes?, como que estás anticuado, vamos.
- Sí, no se, a mí también me parece algo exagerado todo esto, pero estamos en los tiempos que estamos. Anda, vete para allá que enseguida voy yo. En principio dejadlo que se explaye mientras no veáis algún conato de incidente. Cuando acabe el “show” ya se irá a casa, que, la verdad, para un día que la monta no vamos a cortarlo. Todo el mundo tiene derecho a su minuto de gloria.
- A la orden, Cabo, a
- Antúnez, no me jodas.
- ¿Se imagina la estampa, en primera plana en el periódico regional?. Joder, saldríamos hasta en “El Mundo”. Y Federico por la radio diría “En esto están convirtiendo
- Antúnez… -(reprimiendo una carcajada)- No me seas cabrón y tira “p’allá”.
- A
- ¡Antúnez!.
- “I will survive… nananana….”.
2 comentarios :
Creo que le expliqué anteriormente el porqué me hice “oyente de Federico”, tenía curiosidad por conocer directamente la causa del porqué los progres prohibian escuchar la COPE.
También me puse unos límites, si comprobaba que Federico insultaba a Cataluña o los Catalanes o me viera insultado en mis principios o valores, dejaría de escucharlo.
Así lo hice con Luis del Olmo y cuando un día le escuché burlarse de la mujer y las hijas de Pedro J. en ese momento cambié de emisora.
Jamás le escuché a Federico, insultar a los catalanes ni a los homosexuales, a no ser que denunciar el nazismo de Carod y sus hordas o decir que los de Terra Lliure le metieron 3 tiros, sea insultar a los catalanes. O denunciar el saqueo de fondos públicos por el lobby gay de Zerolo sea insultar a los homosexuales.
A quien si escuche en una entrevista de Reyes Monforte en Punto Radio, utilizar la homosexualidad como insulto, fue a Labordeta, para burlarse del Juez Grande Marlaska.
Antúnez es libre de decir y opinar lo que quiera, pero decir la verdad dignifica la idea que se defiende.
Pues yo sí he oído a Federico insultar a mucha gente que trabaja honradamente y que conozco. Lo siento mucho pero es así. Creo que es nocivo, falso y poco profesional, pero no seré yo quién ejerza de fiscal ante el defensor del dúo Federico y Pedro J. Claro que Antúnez puede pensar lo que quiera, mientras el Cabo y las Ordenanzas se lo permitan. O tendrán que pedir permiso a Federico para que no les acuse de poner las bombas en los trenes.
Un aparte. Discrepancias a un lado sigue usted siendo bienvenido.
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