ESTE ORDEN DE COSAS

En este orden de cosas, en este año de supersticioso número, invierno recalcitrante y primavera exiliada, hasta las flores son tímidas en el estallido, en prevención por lo que pueda decir la troika, esa trinidad intangible que dicta las normas del Universo, las órbitas y las hambres de los humildes que se creían ajenos a la carencia.
Lo que creíamos haber ganado no lo merecíamos, pues era humo insuflado por maquinarias de la demolición y ahora nos cobran la deuda que contraímos por pretender bienestar los que somos carne de penuria.
Y nos lo quitan para alimentar los círculos concéntricos de la corrupción endémica, círculos que son tiovivo del que no se apean los convidados a base de voto estafado y ahí les tienen, robando de lo público, bien con mano en la saca, bien con sobre donado a cambio de adjudicar más latrocinios.
Nos niegan el pan y la sal y nosotros los cebamos, incautos, resignados a sus falacias grandilocuentes desde atriles de titulares.
Los colores se diluyen ante el sistema antropófago.
El sistema que fue condescenciente, pues creía que eramos más fructíferos gozando de migajas de riqueza, ahora prefiere tenernos pobres, esclavos que produzcan más gastando menos. Pero no producir lo palpable, no, producir sus nubes y sus burbujas que, cuando estallan, es al pobre al que barren.
Bien es cierto que podemos rebelarnos, dejar la sangre en la barricada y, aun decapitando indeseables, no se curará el mal pues la hydra tiene mil cabezas que se multiplican a cada hachazo.
Las ideologías de libro caducaron en la práctica pues se colapsan en 140 caractéres redactados desde un móvil. La idea debe ser nueva y renovable al minuto para improvisar estrategias que nos puedan devolver a lo razonable pues, a cada bala nuestra, el enemigo bombardea al segundo y por todo flanco. Se muta como un virus al menor intento de vacuna.
Y no, no estamos preparados.