A PROPÓSITO DE LA LEY DE SEGURIDAD CIUDADANA

En un principio, así, a volapié, trabajando uno en lo que trabaja, pudiera parecerle que la amenaza de sanción de 30.000 € para el que te miente la madre está bien y pudiera disminuir, al menos, el número de veces en que se acuerdan de tu progenitora, y no en plan cariñoso. La posibilidad de que a uno le puedan llamar menos veces "hijo de puta", dejen de escupirle y lanzarle de todo, es bastante atractiva para el afectado y puede hacer que se sienta más protegido y respaldado a la hora de desarrollar una profesión tan controvertida.
En un análisis simplista podría llegar a pensarse que cuanto más dura sea la ley, menos problemas va a tener uno en su laborar.
Pero este apartado del proyecto, uno de los más llamativos según parece por los titulares que ocupa en nuestra sesuda prensa nacional, es sólo un pequeño detalle de una norma con otro calado.
Se saca esta ley apelando a la necesidad de prevenir altercados y situaciones desagradables en las calles.
Pero claro, para evitar la mayoría de altercados y situaciones desagradables que se producen en las calles, nuestros gobernantes no tienen más que hacer lo que tienen que hacer y, si no bien, al menos intentarlo.
Ya verán como entonces disminuirá el número de escraches, manifestaciones, concentraciones, etc., etc.
Seguro que así la gente ve a la policía como lo que realmente es, un servicio público, y no se ven tentados al insulto y la agresión, dejándose llevar fácilmente por la manipulación de los profesionales de la agitación.
Que becerros habrá siempre, haga lo que haga el poder, claro, pero la masa social que ahora ocupa las calles es bastante amplia y forma parte de casi todo el abanico social porque se ha conseguido eso, cabrear a todos menos a ciertas élites a las cuales les está yendo de perlas.
Sí me quiero sentir respaldado en mi trabajo, protegido de agresiones y vejaciones injustas, pero no me gusta verme en la picota constantemente para distraer de las miserias que la pésima gestión pública, política y económica está causando.
Cuando se castiga a alguien puede que lo entienda si ve que otros, con infracciones mucho más graves, también pagan en proporción. En la actualidad no es el caso.
Y sí, me ofende que me insulten, que me llamen "hijo de puta", que me escupan, que me lancen objetos, que me llamen "fascista" y "sicario" de forma injusta y sectaria, pero me ofende infinitamente más que me insulten la inteligencia constantemente y pretendan que les agradezca el choteo con el que se nos trata por la clase dirigente. 

EL FINAL DEL TÚNEL. "CORRE HACIA LA LUZ"

Es evidente. El panorama es desolador. Puede que se vea el final del túnel, no seré yo quien niegue la mayor a sesudos economistas y autoridades monetarias, quizá los mismos que no vieron la entrada al agujero o, si la vieron, no hicieron nada para evitarla.
Aunque la recuperación comience, que algún día tendrá que comenzar aunque sólo sea por las inercias del propio motor de la historia y sus ciclos, el futuro se ve francamente mal. No para todos, claro, para los de siempre sí.
A las grandes fortunas, al capital, les ha beneficiado notoriamente esta crisis y algunos han multiplicado exponecialmente sus ingresos.
Pura lógica que hasta con la LOGSE o la LOMCE, sin necesitar una educación como es debido, te puede llevar a sacar tus conclusiones.
Si se facilita la evasión de capitales e impuestos, si puede usted despedir a sus empleados al libre albedrío, contratando esclavos por algo más que un plato de sopa y un chusco de pan, pues es posible que sus beneficios se vean incrementados.
Si además contamos con una maquinaria mediática que inyecta en la población la sensación de que no hay nada que hacer; de que mejor estar quietos y tragar con lo que se nos ofrezca pues siempre hay gente que está peor; que los atracos a las nóminas y a los derechos laborales son necesarios, sacrificios por el bien común, para evitar un mayor cataclismo; que para qué queremos sindicatos si, viendo lo que hacen, repitiéndonos una y otra vez la famosa foto de la mariscada,  pues, coño, para qué quiere usted más.
Asistimos sin inmutarnos a la impunidad de ciertos personajes, todos ellos en los altos escalones del poder, y acabamos asumiendo como normal esta situación esperpéntica para ir acumulando capacidad de resignación.
No sólo nos quitan salario y derechos, nos machacan a impuestos de los cuales no vemos el fruto pues se emplean en pagar pufos y sufragar los desmanes bancarios, viendo como los servicios que nos corresponden en contraprestación a nuestra fiscalidad se van reduciendo a la mínima expresión.
Y sí, llegará el día en que la cosa vaya mejorando pero, que nadie se lleve a engaño, en esta sociedad polarizada unos verán el fruto de la activación económica y el resto sólo podremos aspirar a, quizá, un precario puesto de trabajo que nos dará para lo justo, con dificultades, y seguramente tengamos encima que dar gracias a quién (expresión mezquina y falsa donde las haya) "nos da de comer".
Estaremos inmersos en la incertidumbre constante de si tendremos derecho a pensión, por lo que, si es posible, habrá que ir haciendo uno privado, que es a dónde nos quieren llevar.
Seguirá Cataluña dándonos de qué hablar, algún obispo desmadrado que nos quiera regresar al medievo, La Roja y alguna serie de televisión del ínclito José Luis Moreno que nos haga reír con la grosería tosca, burda y rancia de chistes de puticlub.
De vez en cuando nos renovarán alguna infraestructura lúdica o deportiva, pagada por nosotros hasta la comisión correspondiente o el sobre para el Bárcenas de turno, y podremos jugar al frontón con un chándal de mercadillo, el que nunca debimos abandonar.
Es el gran triunfo del sistema, ese que cedió temporalmente con aquella falsa ilusión llamada "Estado del bienestar", pero que recuperó su verdadera vocación. El rico, rico y el pobre, pobre, las cosas "como Dios manda", qué cojones nos habíamos creído.