UN CARAMELO A LA PUERTA DE UN COLEGIO

El Gobierno de España, en su honda preocupación por los desfavorecidos, decidió suspender el asueto estival para aprobar una ayuda a los parados que no reciben nada.

Leído así, tal y como se escribió aproximadamente, pues la estampida hacia la detestada cola de las esperanzas rotas era de esperar pues no está la cosa como para rechazar emolumentos, por muy míseros que estos sean.

Que es que todo se debe y el banco tiene menos paciencia que el tendero, y los niños se visten, y estudian, y los libros de texto se pagan como incunables y además, ay, los niños comen. Tienen ese vicio, qué se le va a hacer.

Y cuando llega el levemente esperanzado desocupado, el triste funcionario, triste de triste y de ver gente triste, le pregunta que cuándo dejó de cobrar. Y el hombre, o la mujer, el parado o la parada, yá ni lo recuerda y el señor, en letanía gastada por el uso, le dice que los cuartos son para los que dejaron de cobrar a partir del uno de agosto.

Pero es que el uno de agosto yo no cobré, oiga, ni el de julio ni el de junio que lleva uno con los brazos caídos desde antes de que empezara lo que llamaron desaceleración.

Pues entonces nada, amigo mío, no tiene usted derecho a la dádiva zapateril.

Vamos a ver, vamos a ver, que no me quiero cabrear, cojones yá. El que dejó de cobrar el uno de agosto tiene probablemente menos números rojos que el que dejó de cobrar en marzo, que los tendrá violeta, los números y los cojones, o los ovarios o lo que corresponda. Y tendrá la situación mucho más precaria y bastante menos paciencia para ir a visitar al señor triste del INEM que, además de fibra, necesitará ansiolíticos viendo lo que ve y escuchando lo que escucha.

Y como la paciencia tiene un límite y cuando a uno lo torean demasiado pues aprende a embestir por donde no debiera. Y yá no entra al trapo, que va al torero y éste no escapa de la cornada por mucha cintura que tenga, como la tiene nuestro presidente que, por la derecha o al natural, lleva dando pases demasiado tiempo. Y toda faena tiene un límite y luego vienen los avisos, los pitos, las almohadillas, etc.

Como titular de agosto estuvo bien, pero claro, tras el titular viene la letra pequeña y con las cosas de comer, repito, de comer, no se juega.

VERANO

Ruego disculpen Vuesas Mercedes mis ausencias por estos lares. Si es que alguien me echó en falta que no quiero pecar de pretencioso.

Y es que anduve desconectado de estas cortes virtuales donde se hace, hoy en día, más sociedad que en la vida real.

No obstante les diré que socialicé, pero en carne y hueso, y hueso y carne tenía el magnífico cordero a la estaca que degusté por tierras de Laviana, amablemente invitado, con lo que el sabor fue más intenso por ser de gorra.

También me embadurné de salitre cantábrico por la playa de San Lorenzo, sorteando olas con mi hija que, en una versión transgresora de la sirenita, tira más al mar que al monte, vamos, que tiene vocación de pez y acabarán saliéndole escamas y a mí, por obligado acompañante de zambullidas, una aleta en la chepa que yá la pillara Spielberg en sus buenos tiempos.

Y como lo uno lleva a lo otro pues también me embadurné de sol. De un sol criminal, renegado por infrecuente, que se ensañó con mis cueros mutándome en nécora cocida.

Es lo que tiene el verano, aunque sea un verano raro e inclemente, que desengancha a uno de la maraña interactiva y lo relaja, a veces, cuando no anda a remojo de espumas o rebozado de arena y rayo ultravioleta.

Pero no crean que tardaré en cansarles con mis despotriques, que seguro que a la vuelta hay tela que cortar y, ahora, qué quieren que les diga, no me apetece sacar "serpientes de verano" que de reptiles andamos servidos.

Diviértanse.

CUARENTA Y CUATRO

Hoy cumplo cuarenta y cuatro oncenas de agostos pues fue el día once, de un agosto alemán, en el que una gallega emigrada tuvo que sufrirme en parto. Luego continuaría sufriéndome, como el resto aunque, seguramente, ella más que nadie. Y hasta aquí llegué, de momento, y uno sabe que traspaso, antes de que dos cuatros de cera se posen sobre un pastel, el ecuador de todo, de lo que hay, que es este tránsito por el tiempo y el espacio. Y uno mira hacia atrás y sabe, sin dudarlo, que ha dejado con toda probabilidad más damnificados que beneficiarios de su existencia. Entre los damnificados, uno mismo, pues uno suele ser responsable de lo que le ocurre, bien motivado por sus actos, sus omisiones, sus elecciones y sus abstenciones. Y uno mira hacia delante y ve caminos, más o menos empinados, pero sin prisa por recorrerlos que no hay que apresurarse por llegar a ninguna meta en esta carrera que siempre nos acerca al mismo podio en el que todos recogemos el premio final que es eso, el final. Y de momento no está solo para el trayecto restante y uno sólo espera no suponer más carga de lo que uno ya es, por sí, por la ley de la gravedad y por la gravedad de la ley. Y espero ver crecer la semilla que un día planté, la que me envejece, sin duda, y llegar lúcido al asilo, sin cagarme encima, y morir callando, que bastante ruído hice en vida. Y es que, erróneamente, llegado a este punto, uno tiene la sensación de haberlo hecho casi todo. Los árboles que planté se secaron; lo que escribí está en cuartillas sueltas y en las páginas etéreas de la red, de la cuarta dimensión en la que nos hundimos sin que nos empuje Iker Jiménez; montar en globo, monté, aunque de propaganda bancaria y con el artefacto aerostático asegurado mediante soga; los más groseros se preguntarán si tomé por el culo, pues en el sentido estricto no, aunque en el figurado me han jodido más de una vez y, cuando he podido, he correspondido con creces a la jodienda.

POR FAVOR, MANTENGA LIMPIA SU CIUDAD.

 

Si usted, estimado lector, cuando deambula, pasea, transita, vacaciona o trabaja, ve a alguna de estas criaturitas por la calle, no lo dude un instante, hágale un favor a sus conciudadanos y llame al 091, 062 o 112.

A ver si es posible que en breve, estas fotos estén en las Herriko Tabernas, como idolatrados presos o "represaliados", o en carteles puestos por afectados familiares o simpatizantes de la causa de la hijoputez supina.

Y lo hago porque cada vez me gustan menos los funerales, los de Estado, los de gente uniformada o sin uniformar, los himnos y las medallas a título póstumo y las manifestaciones de condena.

Cada vez me gustan menos y, de gustarme algún funeral, preferiría ver alguno con fondo de txalaparta, dantzari e Ikurriña con crespón negro, cuyo protagonista hubiera fallecido por "accidente laboral" al ir a colocar alguno de los artefactos tan peligrosos con los que trabaja esta gentuza, que no respeta la mínima normativa de "seguridad laboral" y luego pasa lo que pasa, aunque pasa poco para lo que uno quisiera.

Estos son, probablemente, los chicos que nos están dando el verano y, si no se remedia con su colaboración, seguirán revolviéndonos las tripas y empachándonos de rabia cuando deberíamos estar hartándonos de gazpacho, pescaíto y tinto de verano.