MIRAD VUESA MAJESTAD.

No, Felipe, guapetón, no os lo compro. 
Segúramente sea verdad que seáis impoluto ética y moralmente hablando y es probable que seáis el Jefe de Estado más preparado que hemos tenido en los últimos siglos. 
Seguramente sea cierto pero, como dicen por aquí, “lo que se hereda no se compra” y a Vuesa Majestad le ha caído una herencia cojonuda. 
Una herencia cojonuda en lo crematístico por lo que canta su madrastra extraoficial, pero totalmente envenenada en lo ético, lo moral y el debido prestigio exigible a la máxima institución del Estado. 
El problema es que es todo herencia y a Vuesa Merced no lo ha votado el pueblo, ese que le besuquea por las localidades españolas. 
Y, al ser herencia, se hereda tanto lo bueno como lo malo y lo malo pesa suficiente como para que dé un paso atrás. 
Dé un paso atrás y recomiende al gobierno y al parlamento una reforma constitucional y una consulta sobre el modelo de Estado que, de ganar su permanencia, contaría con una legitimidad que ahora no tiene. 
Toda la legitimidad que puede tener algo tan antidemocrático como una Monarquía pero que, de consultarse al pueblo, hasta yo acataría.

TOROS Y MANADAS

Vuelvo a explicarme. Me crié en tierra taurina, de ganaderos caciques y toreros muertos de hambre que luego alimentaban la rueda convirtiéndose en caciques también. Mamé la crueldad, el supuesto arte de la masacre y otros tópicos del entorno. Además leí a Hemingway y otros sesudos apologetas de la tauromaquia, los cuales valoraban más el vino que la intelectualización de lo obvio. No obstante hablamos del siglo pasado. 

El caso es que estamos en el siglo XXI. 

Matar animales por placer o recreo no tiene sentido en una sociedad en la que tenemos hasta restaurantes para caniches. 

Un toro bravo no es más bravo que cualquier bóvido al que acorralemos. 

Que persistan fiestas en las que, aparte de torturar animales por sistema, quepa la posibilidad de que algún o algunos seres humanos pierdan la vida, es propio de civilizaciones primitivas. 

Dentro de ese caldo de cultivo, donde se alimenta lo primario, lo masculino, la vida, la muerte y las pasiones más bajas, luego nos mesamos los cabellos cuando aparecen manadas y otros energúmenos en piara.