EXPEDICIONES.

Cierto día, hace mucho tiempo, un grupo de descerebraos adolescentes nos colamos en un tren con la intención de ir desde Badajoz a Casar de Cáceres, donde daba un concierto Luis Eduardo Aute. (Creo que llegados a este punto ustedes habrán discriminado las prioridades de cada cuál).
El caso es que varios miembros de la expedición fueron causando baja a causa de distintos revisores en distintos pueblos de la Extremadura.
Al final quedamos dos que nunca llegamos al concierto y que tuvimos que dormir, heterosexualidades aparte, acurrucados el uno contra el otro, en un portal de un cine de Cáceres.
Al día siguiente emprendimos marcha en dirección Badajoz, perdiendo cada uno unos diez kilos, fácilmente, con la tez bronceada, el frío en los huesos y, gracias al autostop y al padre de mi amigo, conseguimos llegar a casa y no se nos ocurrió reclamar servicios públicos que nos asistieran ni nos sentimos orgullosos de la “hazaña”, a pesar de que nosotros íbamos buscando La Belleza.

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NAVIDAD Y TAL.

Como que nos cuentan de que había un Dios que fue muy cruel con los judíos, que eran el único pueblo elegido, no os hagáis líos, aunque al final los llevó mediante una especie de Presidente de asociación de vecinos a una tierra prometida porque se le puso en la bisectriz a Jehová.
El tal Jehová arrasó pueblos enteros, asesinó en masa primogénitos y mandó ciclogénesis explosivas de las que hacen historia y de la que sólo se salvó la familia de un tal Noé que construyó un barco zoológico. Para regenerar la especie hubo que practicar el incesto y la endogamia, pero no vamos a entrar en detalles.
Pues entre masacre y masacre tuvo un ataque de buen rollismo y decidió consumar su obra maestra. Eligió una casada virgen, sí, casada y virgen, y le mandó un ángel muy postinero para anunciarle la inocentada de la que iba a ser objeto. A través del Espíritu Santo, que era Dios pero era otro y tenía forma de paloma, iba a engendrar un hijo, pero con una avanzada ingeniería reproductiva, la virginidad no sé vería afectada, lo cual en aquella época se valoraba mucho. Bueno, el caso es que el hijo sería hijo de María y de Dios Padre, aunque el hijo sería también Dios, como el mismo Espíritu Santo, y es que Dios era uno y trino, como los Tricicle.
Con el muerto cargaría el marido de María, un carpintero algo despistado que tenía cierta columbofobia.
El caso es que el capricho de tener un hijo era para destinarlo luego a ser crucificado por los romanos, que eran muy civilizados hasta que les tocaban las pelotas, y el tal Jesús, que así se llamaba el zagal, que también se llamaba Manolito, era bastante tocapelotas.
El caso es que el niño Dios nació en una caballeriza o cuadra a donde se fue a posar un cometa y fue visitado por tres reyes de Oriente que estaban bastante ociosos y, en vez de dedicarse a reinar, estaban todo el día de excursión persiguiendo estrellas y regalando cosas muy raras.
Pues esta historia y su sangriento desenlace calaron de tal modo entre el populacho del Imperio que los romanos, que no eran tontos, encontraron en ella una forma ideal de mantener entretenido al vulgo.
Y así estamos y seguimos y por tales avatares celebramos no sé qué en estas fechas y nos dedicamos a la gula y al derroche.