EL VIEJO "CABALLERO".

Por ahí viene, arrastrando la osamenta, el viejo caballero de los alcoholes turbios. 
Pañuelo de seda de dandy de los setenta, a lo proxeneta fino, entre el cuello de la camisa de sastre. 
Corte de pelo clásico, quizá a navaja barbera, y bigote autoritario sobre el hueco de la inmundicia. 
Ceño torvo de buey anciano, cigarrillo rubio y paso lento, simulando la elegancia que nunca se tuvo.  
En la cotidiana ruta, a la taberna accede, compungiendo a la concurrencia, cada vez menos resignada a sus desmanes. 
Víctima propiciatoria busca, oteando la superficie de la barra, a la que torturar con sus relatos groseros de hazañas mezquinas en sus correrías de mala bestia. 
Patético y grotesco, misógino y soez, la voz ronca de brandy cuartelero agrede imperativa a propios y extraños. 
Tus días son derrotas, solitarias mañanas de tinto, desoladoras tardes de chupito y anocheceres enginebrados de insoportables letanías. 
Solo estás, solo, viejo chacal despreciado de cualquier manada. 
Pretendes ofender a los que crees inferiores cuando no queda en tí sombra alguna de dignidad. 
Fanfarrón de saldo, matón tabernario emputecido, nubarrón gris de cualquier tertulia. 
Vas de algo que no eres, reliquia vergonzante de una placa que nunca lucir hubieras debido. 
Mucho tiempo lleva tu cara intacta, tentando a la suerte como la tientas, y no asumes que ya no das ni lástima, vestigio rancio de lo peor de las Españas.