MIERES PARA VIVIR, PARA ALQUILAR, MEJOR NO.

Si es que la vida; este río repleto de meandros, remolinos e inciertas corrientes; es así y así hay que gastarla pues es lo único que nos queda hasta que se nos enfríe el cielo de la boca y demos el último resoplido.
Y uno aprendió, o le enseñaron, o le dijeron, que era mejor comprar que alquilar, que alquilar era dinero tirado y, a la diferencia, pues al menos era tuyo, o del banco embargador, el catre sobre el que dormitas.
Y así parece que fue que surgió lo de la burbuja, no sólo por eso, pero también. Que las pompas salen del jabón pero también llevan agua.
Y así fue que los gobiernos, henchidos de amor patrio y del crecimiento económico a golpe de ladrillo y recalificación, pensaron, porque a veces piensan, que había que potenciar lo de los alquileres que, no fuera a ser que la cosa se desmoronara y tanto especular nos llevara al batacazo que nos ha llevado.
Pues uno, siendo propietario, mejor dicho, copropietario, tuvo que buscarse la vida y, en tanto en cuanto no encontrara incauto comprador para su copropiedad, tenía que alquilar de momento, por mor de la economía nacional en detrimento de la personal.
Y en esas anduvo y encontró, por esos recovecos de la internet, cosa harto útil para activar la economía, a la vez que cara, y vió un inmueble acorde con sus humildes aspiraciones a más de garantizada por una agencia estatal del alquiler.
Si hombre, eso que aquí se llama VIPASA y que, en teoría, sirve para fomentar el alquiler y garantizar a los propietarios el cobro y al inquilino un precio algo más ajustado.
Pues en esas andaba cuando marcó el teléfono de contacto para intentar el arrendamiento. Marque usted, marque, distintas opciones, 0, 1, 2, 3 y, sí, el 3 es el número a teclear si quiere usted contactar con el negociado de los alquileres.
Pues no, no existe, no están, no se ponen, hay música, mucha música y, tras algunos minutos, el tritono típico de que va a ser que no.
Marca uno otra opción, no vaya a ser que, aún siendo la administración, sea que no están, o están saturados, o lo que sea y se pone una amable funcionaria que manifiesta su voluntad irrenunciable a intentar pasarle con el susodicho negociado o chiringuito.
Pues que mire usted, que no me lo cogen, que están saturados y que, menos mal que hay buena voluntad, le cojo el teléfono y lo paso a quién corresponda para que se ponga en contacto con usted. Pues muchas gracias.
¿Ha recibido usted alguna llamada de VIPASA?. Pues nuestro protagonista tampoco.
Y si utilizo la web, que las administraciones están por la labor y tal. Pues eso, rellena uno el formulario, deja email, teléfono y talla de calzoncillos y hasta la fecha.
Pues eso, que si tiene usted un inmueble y pretende alquilarlo, pues que igual le recomendaba que no acudiera a los modernísimos y bienintencionados instrumentos que la administración pone a su disposición.
Vamos entonces por lo particular, que las inmobiliarias yá se sabe, y aparece alguien que dice que no quiere alquilar pero que, siendo uno quién es, o sea, nadie, pues que igual se lo enseña y se lo deja a buen precio. La cónyuge da uno inicial y el susodicho, a la hora de la muestra, asciende el tema unos cincuenta euros que, la dueña, su señora madre, le ha dicho eso, y uno dice pues vale, vamos a verlo. Y está amueblado y es estupendo y los armarios no tienen fondo, y las puertas pegatinas del Comando G o de los Gormitti, y el salón es un sofá y una mesa de televisión de cristal para olerle el bigote a Belén Esteban y dice uno, o piensa para sí que si esa es la oferta para las amistades que será para los enemigos.
Y el éxodo, la debacle, el errar de particular a particular, a amigo de particular, a recomendado, a no recomendado, a piso amueblado superviviente de un bombardeo de la sexta flota, etc., etc.
Y al final, acatemos el sistema, la inmobiliaria.
Más de lo mismo y de lo distinto, que si sí, que si no, y, al final, encuentra nuestro protagonista algo relativamente aceptable. Si por aceptable se entiende que en un pueblo como Mieres se pretenda cobrar por un apartamento de dos habitaciones 400 € de vellón. Pero claro, que se me olvidaba que Mieres es Mieres, para vivir, que dicen.
Y se traga, y se dice que sí, y se entregan fotocopias de carnét y se apalabran fianzas y demás zarandajas.
Yá puede uno vivir en Mieres, piensa para sí, iluso de él, y resulta que el de la inmobiliaria, indignado, avergonzado, etc., le llama y le dice que ahora, el insigne propietario, dice que no alquila, que no le viene bien, que igual tiene que traer a los ancianos (que acabarán sin duda en una residencia) y que no quiere gente estable, que mejor circenses, o trashumantes. Todo esto después de haber anunciado a bombo y platillo que uno yá tiene casa.
Pues nada, que eso, que Mieres para vivir, o no.

1 comentario :

Pluma Blanca. dijo...

Ja, ja, que bueno. Y que acertado.