LA FÁBULA DE PACO Y LA JAURÍA HUMANA.

Paco es un tío mujeriego. No en el sentido machista de la palabra, simplemente, le gustan las mujeres por encima de todo, las conoce, suele agradar y, libremente, mantiene relaciones con ellas, unas más esporádicas que otras. 
Hay quien prefiere la estabilidad y hay quien opta por todo lo contrario, lo cual no es mejor ni peor, es una opción siempre que se acate por ambas partes en igualdad de condiciones. 
Un día Paco conoció a Sara. Una preciosa chica, algo más joven que él, con una impresionante y verde mirada que casi, por sí sola, solapaba el resto del conjunto, el cual iba aderezado de una dulce simpatía. 
Hubo algo de excepción en su relación puesto que duró algo más de lo habitual para Paco. De hecho él no tenía ninguna prisa en acabarla hasta que vio las orejas al lobo. 
Un día la pilló escudriñando en sus mensajes del móvil y, al recriminar su actitud, ella le espetó "¿Es que necesitas tener secretos para mí?". 
No, él no necesitaba tener secretos, sólo intimidad, privacidad. Él no era una pertenencia de nadie al igual que tampoco exigía que ella lo fuera de él. 
Sara comenzó a convertirse en una especie de virus invasor que, lentamente, pero de manera constante, va invadiendo el organismo, matando células a cascoporro para dar sitio a las suyas infectadas. 
No llegaron a convivir puesto que Paco anduvo hábil y, cuando Sara parecía dispuesta a consumar la ocupación, Paco cortó por lo sano. 
Intentó ser lo menos lesivo posible, pero la chica no se resignaba y, escenas de tragedia griega aparte, comenzó la operación de acoso, ese acoso marcado más por el despecho que por el verdadero amor. 
Hubo que bloquear el número de móvil, las distintas cuentas en redes sociales e, incluso, dejar de frecuentar los mismos sitios de siempre por evitar desafortunados encuentros. 
El tiempo pasó y, como dicen que todo lo cura, Paco comenzó a sentirse tranquilo y a intentar recuperar su vida, la de siempre, la que eligió. 
Un día, un buen amigo, le envió un "Wathssap": "Mira lo que me mandaron por Facebook para que lo compartiera". 
Paco sintió un escalofrío de los que hieren hasta la nuca, pálido, ojos desorbitados, no podía dar crédito a la pesadilla en la que, de repente, como en un tornado, se veía inmerso. 
Allí estaba su foto, paseando por el Parque Jovellanos cargado con su cámara fotográfica, como solía hacer pues era aficionado a la fotografía callejera, y debajo el texto siguiente: "DIFUNDAN, POR FAVOR, ME LO ENVÍAN Y LO REENVÍO POR SI ACASO. ÉSTE INDIVIDUO HA SIDO VISTO MERODEANDO MENORES EN DIVERSAS PARTES DE LA CIUDAD. PATIOS DE COLEGIO, PARQUES Y PLAZAS DONDE HAY NIÑOS. PONGAN A SUS HIJOS A SALVO DE ESTE DEPREDADOR". 
¿Por qué?. ¿Quién le hizo esa foto desde alguna terraza?. ¿Quién podría odiarle tanto como para meterle en este repugnante lodazal?. ¿Cómo podría parar esa locura cuando la gente "de bien" no hacía más que compartirlo y multiplicarlo por las redes?. ¿Quién estaba detrás de esa infamia?.
No hace falta ser Hércules Poirot para deducir, una vez leído el relato, quién podía ser candidato a sospechoso del delito, y digo delito porque lo es y se está perpetrando por las redes habitualmente, con la inestimable colaboración de la concienciada gente que no para de compartir noticias sin confirmar la fiabilidad de las fuentes de origen. 
Ésta fábula que me he permitido escribir es más real de lo que ustedes creen y servirá para bien poco, pues, lo tengo más que comprobado, transmitir estos consejos es como predicar en el desierto. No sólo se ignoran sino que, a veces, son respondidos de manera airada y grosera por la jauría de justicieros que pululan por las redes sociales actualmente. 
Ésta especie de parábola se compartirá por las redes muy poco, casi nada en comparación con lo que se haría si se tratara de difundir la imagen de una persona para acusarla de las peores atrocidades. 
Piénsenlo, reflexionen. Gracias. 

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