PALABRA DE GURÚ

No sé si os lo he dicho algún día, si no lo he hecho os lo voy a decir ahora. Si lo dije lo repito por si alguien no se enteró o es nuevo en la parroquia: Un servidor de ustedes mea colonia. 
Mea colonia y levita de vez en cuando de manera inevitable, pues tiene una involuntaria tendencia a mirar a los demás desde arriba. Supongo que será cuestión de perspectiva. 
Desde arriba siempre uno juzga mejor a sus semejantes y ve cosas que los demás no ven. 
A veces, esas espontáneas levitaciones se salen de madre y me da el mal de altura porque entonces empiezo a alucinar. Es lo que tenemos los místicos sin titulación, que no sabemos gestionar el éxtasis.   
No obstante, nada de lo divino o humano nos es ajeno. 
Lo mismo estamos cuánticos y nos perdemos en el horizonte de sucesos de un agujero negro, que redactamos un catecismo de obligado cumplimiento, eso sí, para los demás. 
Yo, en particular, para que no digáis que no hablo de mí, voy matando gente a capricho una noche sí y la otra también. Es lo que tiene la superioridad, que otorga cierta tendencia a la psicopatía. 
A pesar de eso no dudo en convocar marchas de protesta, contra otros psicópatas de medio pelo, y a exigir manifiestos de condena. 
Aparte de las levitaciones y la urea destilada, uno tiene muchas otras virtudes. 
Nado y guardo la ropa, meo sin echar gota y repico estando en misa. 
Si me pinchan no sangro porque tengo la sangre de horchata. Que hace falta que la sangre esté fresca para que la conciencia se escarche. 
Y alguien se preguntará por qué cojones os estoy contando esto. 
Pues porque, siendo como soy, con mi condescendencia compulsiva, creo que os conviene saber con quién os jugáis los cuartos, almas de cántaro.  

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