CIERTO PESIMISMO


 Yo tengo sensaciones, y mis sensaciones a veces no son buenas, seguramente sean erróneas la mayoría de ellas, pero yo de vez en cuando tengo que desahogarme. Igual mañana lo borro por economía emocional, pero ahora mismo necesito decir cosas. 

Estamos en una situación verdaderamente dramática otra vez, que parece ir irremisiblemente a lo ya vivido o igual peor. 

No voy a hacer crítica política desde la izquierda, voy a hacer crítica. 

Vamos a escenarios terribles en tanto no haya una vacuna. 

No se trata ya de derecha o izquierda, se trata de un drama que está mal gestionado tras haber pasado la primera advertencia que debería de haber servido de experiencia para prevenir el recaer en el caos al que parece que estamos abocados de nuevo. 

No seré yo quién defienda restricciones de libertad, que bastante tuvimos y nos portamos mayoritariamente de manera ejemplar. 

El motivo de esta reflexión no es ya lo que somos como sociedad, como funcionamos, y no hay culpables sociológicamente, ni jóvenes ni adultos, pues la mayoría de contagios vienen, no de las litronas, que también, sino de los cumpleaños, bodas, bautizos, comuniones, etc. como si urgiera celebrar sin poder esperar a la puñetera vacuna. 

Allá cada cuál, claro. 

Pero es que lo de la responsabilidad individual y colectiva es un concepto que suele funcionar cuando estamos al límite, en cuanto nos relajamos nos la suda todo. 

Encima, cuando se carece de un liderazgo, cuando la lucha política y electoralista abandona a los ciudadanos a su suerte y todo se trata de descargar responsabilidades en el adversario político, cuando la manifiesta impotencia e incompetencia aflora; es todo demasiado terrible. 

Porque ganar elecciones significa algo más que mover capital público dependiendo del perfil ideológico, en los casos menos graves. Significa servir a los ciudadanos y no a intereses bastardos. 

Vuelve a haber gente muriendo en las UCIS, UCIS que empiezan a no poder dar acceso a otras patologías. 

Ha sido un año horrible, en lo que llevamos de él. Tengo gente muy cercana que ha perdido gente muy cercana sin poder darle la mano en el último suspiro. Es bastante triste. Nos tocó vivirlo sin esperarlo pero, sabiendo lo que sabemos, que es bien poco, podemos intentar solventarlo en lo posible. 

Bien es cierto que esto nos está arrasando a todos los niveles. Hemos perdido libertad, hemos perdido afectividad, hemos perdido cultura, hemos perdido demasiadas cosas y muchas de ellas nos costará volver a recuperarlas. 

Pero es tristísimo sentirse individuo en una sociedad en que los líderes políticos, ya evidentemente, no están dando la talla por ser productos de márketing electoral más que receptores de la soberanía popular para que intenten al menos salvarnos de la extinción. 

Y ahora, usando el sensacionalismo al que soy tan dado, quiero recordarles que padezco una enfermedad bien grave de la que tengo asumido que, llegado el momento, sea la que acabe conmigo. 

Pero me gustaría poder no estar solo, aislado, y que mi gente tenga la capacidad de despedirse de mí. 

Tampoco pasa nada, uno ya hasta se conformaría con una eutanasia veterinaria. Morir viene con la vida, pero mis aledaños igual no piensan igual y, de verdad, irse viendo a tu gente debe ser mejor que entubado boca abajo y solo como un trozo de carne.

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