SOY ESPAÑOL. ¡QUÉ PASA!

Sí, soy español. ¿Por qué?.
Entre otras cosas porque nací en Alemania.
Porque me parió una gallega de Orense, sí Orense se llamaba entonces, qué le vamos a hacer. Como a London lo llamamos Londres.  
Me concibió un mezquino andaluz de Jerez de la Frontera. ¡ Ole!. Lo de mezquino nada tiene que ver con lo de andaluz, es que era mezquino y punto, que Dios o quién sea lo tenga en su gloria o en la estantería que más le acomode.
Me crié en el barrio humilde de San Roque, en Badajoz (Tierra de Dios, se acuesta uno y amenecen dos...), y por eso me siento profundamente extremeño.
Por ayudar a la economía familiar, la cual sustentaba la pobre gallega a base de quitar mierda a distintos acomodados, emigré a Suiza en breve tiempo.
Allí me llamaban español, sólo un hijo de puta, pero no como halago sino como insulto y menosprecio. Sería injusto no reconocer que por otros compatriotas del nazi fui más que bien tratado.
La vida, y la búsqueda de la misma, me hizo recalar en  Vascongadas, o en el País Vasco o en Euskadi o como le quiera llamar cada uno, que uno no tiene manías. Y me encontré gente de lo mejor que en muy poco tiene de diferencia con la gente con la que me crié. Eso sí. También tuve que asumir a la alimaña, que, como la mala yerba, brota en cualquier parte, sobre todo si se le abona con la inmundicia de la política interesada y un poco o un mucho de sangre para dar más color a las flores del mal.
Conocí Cataluña y el cosmopolitismo, y el catalán, y el español, y la vida mediterránea a espuertas abiertas de luz y piel abierta.
Un día atraqué mi desportillada barca en el puerto de Madrid. El puerto de todos. Un puerto español, gallego, catalán, magrebí, africano, sudamericano, extremeño, asturiano, etc., etc., lo que ustedes quieran si allí van.
Ahora soy asturiano. Sí, porque mi sangre vertí en esta tierra y tiene siete años de vida mía y se llama Alba y hereda, como única herencia, mi complicado apellido.
Porque soy de dónde estoy. Porque tenemos todos más en común que lo que nos puede separar, a pesar de los vividores de la política.
Porque me gusta Rosalía de Castro, Plá, Picasso, Serrat, Chillida, Morales, Velázquez, Camarón, Porrina, Lorca, Hernández, Machado, Chamizo, Espronceda, Casals, Imanol, etc..
Porque, tras sufrir reyes, emperadores, cardenales, caudillos, presidentes bélicos pro tejanos, antibélicos de pacotilla, mentirosos, corruptos y corruptas, estatutos que se sabían imposibles, tribunales desautorizados, pícaros, trincantes, mangantes, gestores de la inmundicia, belenes estébanes y sucedáneos, etc., llegó la única épica posible para esta nación triste.
Llegó un grupo de deportistas, unidos, profesionales, modestos pero orgullosos y tenaces, luchadores, ahítos de afán y profesionalidad, millonarios no obstante, pero dedicados a un objetivo común, devolvednos el orgullo posible frente a la tristeza reinante.
No me gusta el fútbol pero me empapé de épica, de tenacidad, de afán rojigualdo.
Sí, soy español. Soy de izquierdas, soy republicano, soy progresista sin carné posible ante tanta desfachatez. Pero soy español y seguiría dando la  vida por cualquier otro u otra española aunque se sienta de una nación inventada.

1 comentario :

Pluma Blanca. dijo...

Ya le echábamos de menos Don Filo.
Decir en estos días que no me gustaba el futbol, sonó como una ofensa a este país nuestro. Nada más lejos de mi intención, me gusta que ganen los nuestros, independientemente que sean futbolistas o nadadores, pilotos de fórmula 1, o bailarines de ballet clásico.
-¿A ti que te gusta entonces? Me espetaron sin piedad. Como me pareció fuerte hablar de literatura, del apasionante mundo de las cacerolas y las sartenes en las que cocino, o de otras aficiones, que no son ni de lejos seguidas por las masas, pensé en callarme, poner las orejas de vacaciones y seguir sumida en los problemas del día a día, que desde luego no me va a quitar el futbol.
Un saludo y ¡Bienvenido!