"EL ANTIDISTURBIOS", ese gran desconocido.

En estos días tempestuosos, días de indignación, días de primavera juvenil y de flores de esperanza en medio de lo que parecía la resignación al atropello del statu quo sociopolítico, hay unos personajes, protagonistas muy a su pesar, de los que se está hablando, según mi parecer, un poco a la ligera.
Como miembros de una institución pública de un sistema democrático son objeto de crítica legítima, como no podría ser de otra forma, pero me veo moralmente obligado a intentar aclarar cierta confusión de términos que existen tanto en los medios como en los ciudadanos que, de forma comprensible, exacerban la crítica convirtiéndola en saña generalizadora y sectaria contra un colectivo que, por lo general, es un ideal chivo expiatorio en estas catarsis colectivas.
Asisto estupefacto a la resurrección de tópicos del franquismo como, por ejemplo, "desertores del arao", "fascistas", "descerebrados", "sádicos" y otras lindezas por el estilo.
Por supuesto que cada uno puede pensar como quiera, faltaría más, pero quizá se equivoque o le guste equivocarse con algunos aspectos del funcionamiento de un sistema democrático. Por esto mismo desde ahora advierto a navegantes en el sentido de que este artículo no va dirigido, ni por asomo, a personas que no creen en la democracia desde cualquier extremo del espectro ideológico, es decir, el fascista real y el anarquista antisistema puede ahorrarse el perder el tiempo en estas elucubraciones mías.
En España (me voy a limitar al ámbito estatal), el "antidisturbios", en contra de lo que muchos podrían pensar, no es un robot ni una acémila a la que se recluta de entre los más bestias de la clase o del barrio marginal. No existe una unidad "antidisturbios", existen las Unidades de Intervención Policial, creadas por Real Decreto 1668/1989 de 29 de diciembre, dentro del Cuerpo Nacional de Policía, no me voy a entretener con su análoga en la Guardia Civil. Se trata de una especialidad dentro del CNP, hay que ser primero policía y para entrar en dicho cuerpo no se exigen sólo las cuatro reglas, como alguno podría pensar, y en la oposición, en el apartado teórico, entre otras materias se exige demostrar conocimientos en Derecho Penal, Procesal Penal, Derecho Constitucional, Administrativo, Sociología, Psicología, Informática, etc. Dentro de la sociología se tratan temas como la violencia de género, la globalización, los derechos humanos, las drogas, etc. Superada la oposición se accede a un proceso selectivo de formación en el Centro que existe en Ávila, con prácticas en distintas plantillas.
Centrándonos en la especialidad a la que nos referimos, a la cual hay que acceder también mediante concurso oposición dentro del Cuerpo, vamos a volver al Real Decreto antes citado, el cual desglosa las funciones de estas Unidades:
  1. Colaboración en la protección de SS. MM. los Reyes de España y altas personalidades nacionales y extranjeras.
  2. Prevención, mantenimiento y restablecimiento, en su caso, de la seguridad ciudadana.
  3. Intervención en grandes concentraciones de masas, reuniones
    en lugares de tránsito público, manifestaciones y espectaculos públicos.
  4. Actuación y auxilio en caso de graves calamidades o catástrofes públicas.
  5. Actuación en situaciones de alerta policial, declarada, bien
    por la comisión de delitos de carácter terrorista o de delincuencia
    común y establecimiento de controles y otros dispositivos policiales.
  6. Protección de lugares e instalaciones en los supuestos en que así se determine.
  7. Intervención en motines y situaciones de análoga peligrosidad.
Pero vamos a abandonar lo ilustrativo, no hace falta que me lo agradezcan, y vamos a pasar a las reflexiones o a los desvaríos, según cada cual los tome.
Bajo la visera de la gorra, o del casco, según proceda, existe un ser humano, un españolito de a pie, aunque no lo crean, que tiene sus virtudes, sus defectos, sus problemas y un trabajo no siempre agradable pero que alguien tiene que hacer. Un trabajo mal pagado y de escaso o nulo reconocimiento popular, para qué nos vamos a engañar.
Si usted, estimado lector, es de los que no reconoce ningún tipo de autoridad, está perdiendo el tiempo leyendo este artículo. Si, por el contrario, asume los principios de la democracia, sabrá que existe la autoridad, autoridad legítima que emana del pueblo mediante el voto, y que la ejercen los cargos electos y los jueces y tribunales. Los policías no son autoridad, son agentes de la misma en el ejercicio de sus funciones. Por supuesto que no siempre esa autoridad se ejerce como debiera pero existen mecanismos para corregir esas irregularidades. Mecanismos contundentes donde los haya cuando al que hay que corregir es al funcionario público, último eslabon del posible desmán.
No voy a tratar la intervención policial cuando hay graves alteraciones del orden de evidente violencia contra bienes y personas. Voy a tratar la intervención cuando la concentración o manifestación es considerada pacífica.
El que una concentración o manifestación sea pacífica no siempre supone que no altere el orden público. La ocupación del espacio público, de las vías y las plazas, aun siendo pacífica, puede llegar a suponer una vulneración de derechos de la mayoría de los ciudadanos.
Considerando, como buen demócrata que soy, no se equivoquen, la intervención policial como el último recurso a agotar, puede ocurrir que la ocupación prolongada del espacio público, a parte de ocasionar evidentes perjuicios y molestias a otros ciudadanos y colectivos como los comerciantes, puede llegar a crear distintos riesgos sanitarios y de seguridad colectiva. Me reconocerán que en situaciones normales nadie admitiría en la plaza de un pueblo cualquiera una acampada de indigentes o sin techo de los de verdad.
Es la autoridad política, por lo general gubernativa, quién, ajustándose a derecho, debe valorar cuando hay que poner fin a este tipo de situaciones atendiendo al bien colectivo. Ningún mando policial tiene potestad para ordenar una carga de motu propio salvo situaciones de inmediata y extrema urgencia.
Una vez que el político toma la decisión, ordena a las fuerzas de seguridad el desalojo o la disolución de la concentración.
¿Quiere decir ésto que en ese momento al policía le salta un fusible y se le dispara la porra contra el indefenso manifestante?. Pues no.
Se advierte a los concentrados de que deben abandonar el lugar. Primero se les solicita y luego se les ordena. Sí, se les ordena pues si la orden política es legal, el policía está entonces investido de la autoridad de la que es agente.
Si el grupo acata la demanda policial pues aquí paz y después gloria. El manifestante a su casa o a tomar cañas y el policía a la suya o a tomar cañas con el manifestante, que cosas veredes.
Si el grupo se resiste de forma violenta pues, qué les voy a contar, acaba todo como el Rosario de la Aurora.
Si opta, sin embargo, por la resistencia pasiva pues... al final acaba igual. Y aquí es dónde el común de los mortales se lleva las manos a la cabeza. Y voy a reconocer que las imágenes que tanto repiten los medios de comunicación no son agradables, pero tampoco es agradable la situación para el que está trabajando y tiene que desalojar en un tiempo determinado a gente que no le ha hecho nada y con la que, en más ocasiones de las que ustedes se creen, está más que de acuerdo y tiene bastante en común.
Si alguien tiene la receta para desalojar un espacio público mediante buenas palabras pues que me lo haga saber y daré traslado a quién corresponda.
En todos los países democráticos existen, en los no democráticos ni les cuento, unidades de este tipo y se dan situaciones parecidas. Y habrá quién hable de "perros del capitalismo", "sicarios del poder" y otros calificativos por el estilo refiriéndose a gentes que también están hipotecadas, que difícilmente llegan a fin de mes y que, de ello doy fé, sienten más satisfacción rescatando víctimas en una catástrofe que disolviendo manifestaciones a las que ellos mismos se sumarían.
Sin pretender que esto sea un ejercicio de autobombo corporativista, reconociendo que existen, como en todo ámbito, algunos excesos y actuaciones no deseables y condenables, con más motivo cuando se trata de profesionales de la seguridad, me dispongo a recibir todo tipo de críticas y flores varias que vendrán, en muchos de los casos, de progresistas de catecismo a los que quisiera ver con responsabilidades en este tipo de situaciones.

4 comentarios :

Jesús Herrera Peña dijo...

Cuando uno en su blog no se identifica del todo, cuando no da datos personales de uno mismo, otros tenemos la tendencia de imaginar; de elucubrar; de intentar averiguar.
Curioso que es el bicho humano.

Acertado o equivocado, yo hace tiempo que llegué a la conclusión de que tú, además de un tío de izquierdas, que no lo dudo, eres o has sido policía o guardiacivil.
Este artículo de hoy me viene a decir, con más rotundidad que nunca, que no voy muy descaminado.
Y para un supuesto caso como el tuyo es para quien escribí este artículo. También en este otro abordo la misma temática porque me preocupa mucho. ¡Qué quieres...!
No sé si tu experiencia me hará comprender que no estoy muy atinado con lo que pienso de los cuerpos policiales. A mí nunca me zurraron con su porra reglamentaria (al menos, físicamente).

Pero con arreglo a los recientes acontecimientos he vuelto a escribir sobre lo mismo y quisiera creer que estoy muy equivocado.
---------------------------------
Mi moraleja final a todo esto es que si los demás funcionarios del estado español, funcionaran con el mismo entusiasmo, con el mismo celo laboral, con la misma entrega y la misma 'obediencia', los administrados estaríamos en la gloria, pues vendrían a nuestras casas a renovarnos el carné de identidad y el de conducir y si faltaba alguna póliza, la pondrían de su bolsillo. Y así no tendríamos que acudir a las ventanillas y ver que llega una hora en las que se ausentan del lugar de trabajo para ir a hacer la compra o a tomarse un tentempié.

Salu,

Juan Luis Nepomuceno González dijo...

No entraré en un debate sobre el tema. Le agradezco sus comentarios y los artículos a los que enlaza los cuales, quizá, desde mi punto de vista, claro, caen en la crítica simplista. Los policías no somos alimañas sedientas de sangre, aunque a usted y a otros bienpensantes se lo parezca, y ahora, con la que está cayendo, es la norma, tanto por los tertulianos de izquierda como por los de derecha, pero estos, claro, con el objetivo de atacar a Rubalcaba.
Lo de Barcelona fue, cuando menos, un error estratégico y político garrafal, y le aseguro que a mí tampoco me gustaron las imágenes. Lo de Valencia es otra cosa, pero claro, lo que sale en televisión es únicamente el follón policial que siempre aparece como desproporcionado.
De todas formas, como usted es partidario del adoquín como medio,tal y como dice en otro comentario, no tiene sentido el seguir exponiendo la otra cara de la moneda. Sería absurdo y asumamos el papel de sicarios sangrientos del capitalismo, que es lo que le mola a la progresía, salvo cuando tiene responsabilidades.

Guti dijo...

Muy, muy, muy interesante artículo. Lo agradezco de verdad, sobre todo porque viene de quien viene. Y es una voz que me faltaba.

Aquí, un ciudadano de los que quizás alude usted.

No creo que esto conforte a un colectivo, efectivamente, mal pagado y no siempre bien visto, y con un trabajo duro y difícil. Pero por si sirve como grano de arena, he hecho las mismas reflexiones que hace usted. Y veo los mismos dilemas (desalojo o no desalojo). Y sí, creo en el Estado, y eso implica creer en "el monopolio del uso de la violencia", y todo eso. Y algunos no respetan al prójimo si no se hace una ley para que la cumplan, y algunos no la cumplen si no se usa la fuerza. De acuerdo.

Que no todos los policías son sádicos ni corruptos: más que de acuerdo. Lo tengo muy presente. Es más, seguro que la abrumadora mayoría son exactamente lo contrario, gente con vocación de servicio público que admira un uniforme y un compromiso.

Las imágenes de unos policías aplicados en echar a esa gente de una plaza serían terribles, pero seguramente la crítica caería sobre quien ordenó el desalojo.

El problema es que muchas de las imágenes que vimos no eran de eso. Eran de unos policías, supongo que en compás de espera, o simplemente con órdenes poco claras, o lo que se quiera. Supuestamente, no estaban echando a nadie, sino manteniendo a la gente apartada mientras se "limpiaba la plaza" de objetos contundentes, o sea todos, ante la proximidad de... un partido en Londres.

Y algunos (sí, algunos) de esos policías, a los que nadie parecía estar acosando, repartían algunas hostias aquí y allá. Probaban carne, simplemente; y era carne, en muchos casos, inocente. Inofensiva. Estaban pegando por gusto, o lo parecía.

Me interesaría mucho, de verdad, escuchar explicaciones "técnicas" sobre la necesidad o la oportunidad de esos golpes, de eso que parecen abusos de autoridad. Puedo estar equivocado, pero me gustaría que me lo hicieran ver.

Convendrá conmigo (bueno, ya lo ha hecho) en que entre toda esa gente excelentemente formada y preparada... sigue habiendo idiotas violentos, como pederastas hay entre los titulados en educación infantil.

Personalmente, necesito policía y antidisturbios. Y les estoy tan agradecido como a los bomberos, o los médicos. Pero, qué le vamos a hacer: hay que vigilarlos con lupa, y escandalizarse mucho, mucho, con cada caso, por aislado que sea. Si no... ya sabemos lo que pasa.

Manejar dinero público requiere mover infinito papeleo justificando todo hasta el absurdo; manejar una porra en nombre del estado requiere que cada golpe que se da esté exquisitamente justificado. Son gajes del oficio, pero es también su grandeza.

Javier A.B dijo...

Estoy muy de acuerdo con la mayoría de los aspectos a los que elude el artículo.
Pero a mí me gustaría que se hablase más de una tercera parte...de los mandos políticos que son los grandes responsables de los "pifostios" que se arman en las manifestaciones. En efecto, la finalidad de un policía es únicamente obedecer ajustándose a la legalidad. Desde luego es más facil criticar desde fuera y crear víctimas y verdugos como manda el marqueting y el morbo televisivo que pararse a pensar por qué pasa esto. Quizá no somos tan civilizados como nos pensamos, ni tan liberales, ni tan democráticos...
Somos más bien seres egoístas que confundimos la libertad con el libertinaje, nos da igual porque estamos defendiendo nuestros derechos aunque sea pisoteando los de otros...
Dicho esto me gustaría, algún día, ver en TV la realidad de una manifestación pública, sin adornos, demagogias y disfraces...probablemente no tendría audiencia pero yo me quedaría satisfecho.
Enhorabuena por el artículo!