Hay especies, la naturaleza es cruel por naturaleza, en las que los machos llegan a sacrificar a los cachorros con la finalidad de que la hembra vuelva a entrar en celo. Eso ocurre con algunos felinos, desde el León hasta el gato común, cuando vive en manada. Las leonas, y las gatas, se alían para proteger sus camadas en comunidad de los posibles parricidios del feroz macho, llegando a utilizar la violencia contra ellos a fin de salvaguardar la vida de los cachorros. No es raro ver a una gata transportar constantemente a sus cachorros de un sitio a otro. Estas trágicas escenas que ustedes seguramente habrán visto en algún documental de la Dos, porque supongo que ninguno de ustedes ve el “Tomate”, o si lo ven es de forma accidental, se producen en la vida salvaje. Los animales no están civilizados y se mueven por instintos primarios. Eso los diferencian de los humanos, o al menos, eso creía yo. ¿Existe tal diferencia?. ¿Hemos dejado de ser salvajes?.
Todos ustedes se habrán espeluznado con la macabra noticia de ayer en que un hombre descerrajó un tiro en la cabecita de un bebé de 18 meses, su propia hija, terminando la hazaña con un terapéutico suicidio. ¿Qué puede llevar a un hombre a cometer semejante barbarie?, y que los bárbaros me perdonen. Quizá vengarse de su mujer, en trámites de separación, atacándole a lo que más podía dolerle. Pero ¿Cómo alcanzar tal grado de maldad absoluta?.
No seré yo, hombre primario de formación media, quien analice científicamente este tipo de hechos. Simplemente me hago preguntas. Qué tipo de involución debe estar sufriendo nuestra especie y cual es el motivo. La violencia resurge con más fuerza si cabe que en los tiempos más oscurantistas de nuestra historia.
La gente, exceptuando a los enfermos mentales, se mata por un incidente de circulación, por un quítame allá esas pajas, por un divorcio no asumido, se golpea a un profesor por avaricia en las calificaciones, se secuestran y torturan niños, se mata por convicciones políticas, nacionalistas, religiosas, y en muchos casos somos capaces de justificar esos actos basándonos en un dogma o en una venganza que creemos justa, pero no creo que ni el pederasta ni el que asesina a su hijo justifique su propia aberración.
No hemos cambiado nada y creo que vamos a peor. No funcionan las convenciones ni las normas sociales que nos auto imponemos, ni los mandamientos religiosos ni el civismo laico y rebasamos todos los límites cuando un padre, supuestamente normal, es capaz de asesinar a su hijo recién nacido.
La violencia familiar, a veces de género, sigue en progresión y es posible que la razón, que no justificación, se encuentre en la crisis de la familia como estructura social básica, lo cual no tiene por qué ser malo, y en la falta de adaptación del hombre a los cambios radicales y traumáticos.
Qué bestia interior hemos heredado. Qué instinto primitivo aflora y nos lleva a cometer actos deleznables. Desde mi ateismo, tengo la convicción de que existe el mal absoluto, y lo llevamos dentro, en alguna parte de la espiral del ADN se aloja la maldad y en otra el bien.
Les propongo un experimento. Colóquense frente al espejo y miren fijamente a los ojos del reflejo inverso durante unos minutos. Por un efecto, ilusión óptica o lo que quiera que sea llegará un momento en que no se reconocerán y podrían llegar a estremecerse de pavor ante su imagen tras el cristal. Por supuesto, todo está en la mente y no hay, en el resultado de la experiencia, nada sobrenatural como quieren hacernos creer algunos parapsicólogos y demás cuenta cuentos, pero si se concentran se sorprenderán desagradablemente.
No hay comentarios :
Publicar un comentario