A un lado, un  escolta privado, cuya misión es proteger la vida de un edil amenazado por el  terrorismo. Al otro, un vigilante de seguridad, otro miembro de la seguridad  privada, cuya misión es garantizar la tranquilidad de un espacio público, una  estación de ferrocarril.
 No sé cual fue el  detonante pero el caso es que aquello desembocó en un duelo al más puro estilo  "O.K. Corral", mandando la rapidez en el desenfunde y la puntería.  ¿Seguridad?.
 La seguridad es un  derecho, parejo y complementario de la libertad, y como tal debe ser garantizado  por el Estado, por la administración pública mas, cuando los estados son cada  vez más débiles, globalización mediante, y si además se vertebran en  "estadillos" asimétricos, cada uno de su padre y de su madre, la garantía de los  derechos por parte de lo público va cediendo paso a lo  privado.
 Y en lo privado  manda el "parné", sobre todo si quién paga es al final la administración.  Porque, no vamos a engañarnos ahora, cuando el dinero es público como que cuesta  menos.
 Y no digo yo que  las empresas de seguridad no tengan sus procedimientos de selección pero, para  lo que pagan en salarios, como que no deben, o no pueden permitirse, ser  muy exigentes.
 No obstante, un  joven de veintitantos años, trabaje en lo que trabaje, no deja de ser una  muestra de la sociedad en la que vivimos.
 ¿Se solucionaría  el problema, evitándose este tipo de incidentes, si el Estado protector  recuperara el monopolio de la seguridad pública?.
 Pues parece que  tampoco.
 Hace poco "El  Mundo" publicó que en el Centro de Formación del Cuerpo Nacional de Policía, en  Ávila, un veinte por ciento de alumnos dió positivo en drogas. Apañados estamos,  más no deja de ser una muestra de la juventud de este país, entre la que el  consumo de alguna sustancia se extiende bastante más de lo  deseable.
 También me consta  que, de un tiempo a esta parte, en que las promociones de policías y guardias  civiles se han masificado, dadas las nunca cubiertas necesidades de personal,  las unidades de asuntos internos no dan abasto, en vista de las "joyitas"  que se cuelan en el proceso de selección.
 Y no seré yo quién  pretenda alarmarles sobre asunto tan delicado pero, si salen ustedes los fines  de semana verán, por discotecas y bares de copas, a jóvenes que consumen algo  más que "cubatas", peleas espontáneas e injustificadas, vandalismo, etc., etc.,  y entre ellos habrá bastantes que serán, en el presente o en un futuro muy  próximo, o bien opositores a alguna fuerza o cuerpo de seguridad, o aspirantes a  entrar en alguna empresa privada del ramo.
 Es posible que  luego sean grandes profesionales, como la gran mayoría, pero, por desgracia en  este sector, las excepciones nunca confirman la regla.
 Y es que un  tiroteo siempre es triste, dramático, a no ser que fuera dirigido por John Ford.  Pero cuando el tiroteo se produce entre dos, supuestamente, del mismo  bando, entre los "buenos", además de triste es  desconcertante.
 
1 comentario :
En mi opinión está usted rondando el tema central del asunto, pero no termina de centrarlo. Para mí la cuestión principal viene a cuento plantearla justo a continuación de la última reflexión de su comentario: "...entre los buenos".
No hay buenos ni malos ya, salvo en muy contadas ocasiones. Uno está al servicio de la seguridad de un concejal, y eso quiere decir que no le detendrán otras consideraciones, legales o no, sensatas o no. El otro estará, supongo, a sueldo de una empresa de seguridad, y puede que lo que más le interese sea que nadie se le suba a la chepa. O, dicho de otro modo, que nadie quiera tener mñas cojones que él.
¿Qué tiene todo eso que ver con los buenos y los malos? Tiene que ver, ahora sí, con la cuestión central de este tema: la seguridad pública no puede estar en manos privadas. Las cárceles, tampoco.
Un saludo.
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