DE DESVANES Y BAÚLES

Cuando impaciente subes la escalera del desván, con la intención de sacar del baúl el traje de gala y mostrarlo orgulloso a los invitados, hay que tener cuidado.
Un hilo puede engancharse fácilmente de un botón dorado y arrastrar insolentemente un oculto harapo vergonzante.
Si lo que buscas afanoso es la sucia prenda arrebatada al enemigo, para jactarte con el trofeo, puede ocurrir que un "lamparón" antiguo se haya soldado a otra acartonada mancha, de otra prenda, no mucho más digna, pero de tu propiedad.
Si tu intención no es otra que recuperar la justa memoria, vacía el baúl sin miedo sobre la moqueta del salón y expón todo su contenido para general conocimiento.
Posiblemente, así, los presentes compartan tu mensaje y puedas cerrar con más facilidad, y la cabeza alta, el arca, llegado el día, una vez ordenes todo lo guardado.

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