Desde que “San Jorge Bush” comenzara a librar su particular cruzada contra el Dragón del Terrorismo Internacional, éste, lejos de estar herido de muerte bajo el victorioso pié redentor, se halla más fuerte que nunca, extendiendo su doctrina de fuego entre los desesperados.
El “Ladrón de Bagdad” quitó de en medio al tirano para liberar al pueblo a base de bombardeos, basándose en la existencia de fantásticas armas que había que destruir.
Tanta libertad consiguió que
Cada vez que Aladino frota su lámpara, en vez de invocar al Genio, aparece un suicida estallando entre cientos de personas.
Ahora bien, sus cuarenta ladrones no dejan de apañar el oro (negro) de las cuevas de Alí Babá, bien protegidos por las centurias del imperio, forrándose además con la reconstrucción de los escombros.
En occidente somos ahora tan libres que no podemos viajar con nuestro champú “anticaspa”.
En Oriente Medio los niños son ahora más libres de llorar de pánico o morir en las esquinas.
Mientras él divisa todo desde su blanca torre de marfil, en los pueblos de su patria no dejan de recibir cadáveres, envueltos por barras y estrellas, cuyas madres no dejan de preguntarse por qué y para qué.
Su buen amigo de la Hispania, el del improvisado acento tejano, el que tan buenos servicios le hizo, sigue por el mundo dando lecciones de historia y de moral, quizá resentido, excluido de participar de la victoria aliada que no pudo ser y no será.
Aunque no venga a cuento (o sí), ahora que se aproximan las Fiestas Navideñas, un buen deseo para todos:
No tengáis nunca el honor de ser invitados a café por el presidente ruso.
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