Hacía tiempo que  no les contaba mis pupas y solo se reflejaban mis dolores en la mala leche de  mis entradas. 
 Pero uno, que es  llorica "per se", como José Juan el consultista o Rajoy el apuñalado, no puede  ceder a la tentación de apoyarse en la paciencia de sus lectores para  contarles sus cuitas.
 Yo, que "entro en  los hospitales y entro en los algodones como en las azucenas", entré el pasado  lunes en el Centro Médico de Asturias para abrirme el alerón. Sí, el alerón o  sobaco izquierdo, que no sé que tendrá esta izquierda que siempre duele más que  la derecha, soliéndole doler mucho más a los propios que a los  extraños.
 Sufro y padezco  desde tiempos inmemoriales de fístulas en las glándulas sudoríparas, vamos, eso  que popularmente se denomina "golondrino" por su similitud a los nidos de las  aves que vuelven por primavera, que suelen anidar en los "aleros" de los  tejados, o en los "alerones" de los humanos. Una putada,  vamos.
 Dolorosos y  molestos, por lo comprometido de la zona y por la total  incompatibilidad con el "efecto AXE", se ponen bravos con la llegada del  buen tiempo.
 Hace  aproximadamente un año que me dí, "como un árbol carnal, generoso y cautivo", a  los cirujanos. A una cirujana, o cirujano, que no lo tengo claro como se debe  decir, Ministerio de Igualdad mediante, pero señora al fin y al cabo, que pecó  de prudente y me abrió lo justo para extirpar lo que consideró estaba peor. Lo  que más urgía depurar y que más efectos nocivos me causaba en aquel preciso  instante.
 Pero las miasmas y  los malos humores siguieron ahí y hasta yo diría que se acrecentaron, llevándome  por un calvario de rebrotes repetitivos hasta la reciente  fecha.
 Así que, tras  consultar una segunda opinión, que supuso más que nada una pérdida de tiempo,  pues también se la cogía con papel de fumar, volví a entregarme a mi Doctora,  como paciente fiel a regañadientes, y allí se dispuso, decidida y llena de   autoridad, a eliminar, expulsar, purgar, amputar las impurezas y disidencias  traicioneras de mi organismo, dejando además un drenaje, un extractor o salida  de emergencia, cual puerta trasera, para que lo que quedara de simpatía a lo  extirpado abandonara en orden mi comité central.
 Mi sobaco, para  qué engañarnos, está dolorido por la ausencia de los tejidos, aún siendo  nocivos, y se recupera del remiendo. Yo estoy débil, no sé si debiera, y preciso  siestas interminables, pero tengo la conciencia de que, ésta vez sí, tardarán en  reproducirse los conflictos orgánicos y las desavenencias glandulares que, en mi  cuerpo, mando yo y no las purulentas bacterias.
 Ando tocado del  ala pero, al menos de momento, puedo levantar el vuelo, aunque sea bajo,  rasante, entre el cielo y la tierra pero más cerca de ésta que de aquél que,  para celestiales, ya están otros, por vocación o por lucrativo contrato. En  conclusión, talado y retoño, "aún tengo la vida".
 Los forúnculos,  estimados lectores, háganme caso, extírpenlos. No se anden con paños calientes.  No les pesará.
No hay comentarios :
Publicar un comentario