Por mucha  digitalización terrestre, subterránea, aérea o por satélite que haya, el apagón  analógico, que dicen que viene, de la televisión, lo veo como el preámbulo del  apagón total de lo que supuso una revolución de la comunicación en el siglo  pasado.
 Sé bien que queda  todavía tiempo para que eso ocurra pero reflexionen conmigo, si son tan  amables.
 Por un lado  tenemos Internet y la posibilidad de ver todos los canales a través de la red,  sin decodificador y, si me apuran a pisar la delgada línea roja, hata los de  pago. Con calidad pobre de momento, pero al tiempo. 
 Se dispara el  número de páginas de cine y series de televisión online. Tú eliges la serie, el  capítulo y la hora a la que quieres verlo sin aparatos de video, dvd u otras  zarandajas de almacenamiento por las que pagamos canon.
 Pronto House  dejará de ser estrella de telefilm para convertirse en astro del "serial  on-line" o "internet-film".
 Las  programaciones, por mucha audiencia que sigan acaparando, cada vez son menos  atractivas, publicidad aparte. La publicidad televisiva es, sin duda, la más  impertinente de todas las propagandas, y siempre inoportuna para el  telespectador, que desgasta el teclado del mando a distancia huyendo de  detergentes, maquinillas, cada vez con más hojas, y cremas de  rejuvenecimiento (para reparar los daños de tanta cuchilla).
 Actualmente, salvo honrosas excepciones, todo se  gazpachea en un cambalache contranatura y, en un mismo programa, se mezclan el  famoseo, los realitys, la crónica de sucesos y tribunales, la cochambrosa  "investigación" periódistica y el debate político entre comentaristas  acreditados en el tema de la opinión escrita, oída, vista y  sufrida. Sin cambiar de  presentador tenemos Familia Real, corrupción en Coslada, Ana Obregón y su  guardaespaldas; recetas saludables, con o sin aditivos; disturbios; crímenes y la crisis del P.P., que no es  crisis, que es una desaceleración a la gallega. Vamos, que Mariano anda algo  lento y hay quien le enseña rueda.
 ¿Recuerdan  "La Clave" y sus debates de tres horas post-película?. Ahora, a lo máximo que se  puede aspirar en debate, es al racionamiento de micrófono automático para medir  el tiempo de los exabruptos o los delirios. Debates tasados a casi un minuto de  intervención, sin la espontaneidad cansina de aquel Fernando  Arrabal intentando disertar, bajo más que evidentes efluvios etílicos,  sobre el Milenarismo, mineralismo, mirenalismo... o lo que quisiera decir el día  del gran pedo, escena de culto de la cultura patria.
 ¿Recuerdan las  series españolas de entonces?. La Barraca, Fortunata y Jacinta, Cañas y Barro,  Los camioneros, Goya, Anillos de Oro, Turno de Oficio, Los gozos y las  sombras... Ahora, entre matrimonios de exagerada y grosera contienda;  comunidades demenciales de vecinos intercambiando tacos, jodiendas y cuernos;  policías castizos que actúan como americanos; médicos intratables de catástrofe  diaria, etc.; la verdad es que la producción nacional deja mucho que desear  y todavía no llegamos a los niveles de calidad de ciertas, contadas, series  americanas de último cuño.
 Y La Dos, para qué  engañarnos, no acaba de ser el oásis en el desierto que se precisa, y es más una  coartada para los que niegan ver otros programas más vergonzantes y de  menos altura intelectual.
 En definitiva, lo  que ofrece internet es la libertad. Libertad de elección y horario y, por muchos  esfuerzos que hagan los defensores de sus supuestos derechos, de momento, el  disfrute multimedia sale además "de gratis".
 Seguirá existiendo  la pantalla en el salón, pero el mando será más mando para el ocupante del  sofá pues creo que se acabará agotando el poder de las cadenas de  programar y contraprogramar, arañando audiencias y anuncios y puede que, si al  final nos acabamos idiotizando del todo, sea más voluntariamente que ahora, por  nuestra propia cuenta, vamos.
 Quizá no tenga  razón, pero hoy me he "dao" un gustazo.
 
2 comentarios :
Don Filo, me parece que compartimos generación e intereses.
Años atrás, gasté dinero en comprar tarjetas capturadoras de TV, para poder ver tele en la pantalla del ordenador. Pretendía así centralizar el ocio en un solo aparato, y rentabilizar el espacio enorme que antes ocupaban los monitores de ordenador.
Hoy tengo esa tarjeta en mi ordenador, pero no la uso. Cuando quiero ver tele (casi nunca) la veo en la sala con mi familia. Si tengo intención de ver otra cosa, más a la carta, la descargo, o lo veo con zapping maps: tele on line.
Es un cambio de tendencia, pero la gente joven (cosa que yo no soy) ha dejado de vegetar frente a la televisión, y se han pasado a medios interactivos, en los que deciden qué ven y que ocurre.
Creo que es una mejora.
Saludos.
Cuanto place ver un sombrero ilustre por estos pagos.
Es cierto, se acabó el ocio programado por otros.
Poco a poco podremos, dentro de lo que nos dejen, programarlo nosotros.
Es un logro de la tecnología que, como no, también trae otros conflictos y problemas.
Quizá ahora, y a mí me da esa sensación, todo va mucho más rápido de la velocidad que podemos soportar.
Pero eso es otra historia.
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