AEROFAGIA AÉREA

HOY.- Diario de Extremadura

SOCIEDAD

En el aeropuerto de Nashville.

Las flatulencias de una mujer provocan un aterrizaje forzoso de un avión en EEUU. La pasajera encendió unas cerillas para ocultar el hedor de sus ventosidades.

"Mire usted, agente Mulder, o como quiera que se llame: Mi único delito es la gula. Desde que me dejó mi marido por su secretaria, tengo como único vicio la ingesta compulsiva de "Big-Mac's" y "Whoper XXL"´. La depresión me dio por ahí, ni fumo, ni bebo ni voy al bingo, ahora bien, de comer, mire usted, no me privo, a pesar de lo que diga mi médico y las revistas de las peluquerías.

Hoy, mientras esperaba el embarque en el avión, dando un paseo por la Terminal, vi uno de esos establecimientos y no lo pude remediar. No había desayunado y, la tentación pudo conmigo. El problema es que tengo como penitencia que mi organismo se rebela ante esas agresiones y, a los pocos minutos de la degustación, no me queda más remedio que acudir de urgencia a la primera toilette con la que topo para hacer mis deposiciones.

Cuando estaba en el avión, mirando por la ventanilla con deleite las maravillas de la Creación, se empezó a desencadenar todo. Algo comenzó a removerse con inquietud y sonoro rugido en mi interior: Un sudor frío comenzó a bañar mi frente y los calambres abdominales me advirtieron de la inminencia de la hecatombe. Desabroché con urgencia el cinturón y me dirigí, apurada y contrayendo los esfínteres hacia el servicio que, menos mal, se encontraba libre en ese momento. Ya sentada, me quedaba otra tarea ardua y nada fácil: Disimular los ruidos.

He de reconocer que en eso, con la experiencia, he adquirido cierta técnica y, lo que quisieran ser explosiones y escandalosas ráfagas sísmicas se convierte en ligero y leve, aunque persistente, soplido de querubín celestial. Pero claro, amigo Mulder, si usted me permite llamarle así, el efecto secundario del forzado silenciamiento es el intenso aroma que se propaga indiscreto cual nube radiactiva. No se imagina usted la vergüenza que supone salir del excusado de un bar, con todo el mundo mirando para una con las narices tapadas y gesto de resentimiento.

Pero a veces la providencia deja de maltratar a una y encontré un remedio infalible: Los fósforos. Sí señor Mulder, mire usted, no hay nada mejor para disimular un pedo o pestilente cagada que encender una cerillita de nada y arrojarla al interior de la taza. Por arte de magia, maravillas de la química, el olor a coliflor fermentada desaparece, siendo sustituido totalmente por el mucho más agradable perfume a fósforo incinerado.

Así que tanta alarma para qué. Mucho peor hubiera sido no encender la cerilla, Señor Agente Especial, sí, cierre usted la boca que se le queda cara de lelo, con perdón. Si no llega a ser por los fósforos estaríamos lamentando una tragedia, pues seguro alguien intentaría romper una ventanilla para orear el habitáculo y salvarse de la asfixia.

No señor, no sé nada de Polonio ni de Al Qaeda ni del "sursun corda", así que déjeme en paz que me está repitiendo el "retortijón".

2 comentarios :

Ev dijo...

me dio mucha risa este post jajajaja... de verdad sucedio eso?
saludos desde el otro lado del planeta :p

Juan Luis Nepomuceno González dijo...

Sí ocurrió y salió en la prensa. La narración de los hechos puede ser algo ficticia, pero ocurrió. El otro lado del planeta está más cerca de aquí que el otro lado de los Pirineos.
Un saludo.