Carod-Rovira humilla a una camarera iberoamericana por no hablar catalán
El vicepresidente de la Generalitat y presidente de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, ridiculizó recientemente a una camarera de origen iberoamericano por no saber hablar catalán, según denunciaron dos vecinos de Barcelona, Pere Sabala y Laia Boada, en una carta al director publicada recientemente por «La Vanguardia». En la misiva, ambos ciudadanos aseguran haber sentido «vergüenza como barceloneses, como catalanes y como personas» ante la actitud de Carod-Rovira y el trato vejatorio del dirigente independentista hacia la trabajadora inmigrante. ABC
Josep Lluís, aquí y en la China Popular, se dice de izquierdas, aquí y en Barcelona y en el Muro de las Lamentaciones, corona de espinas incluída. Pero Josep Lluís también se dice independentista, nacionalista catalán, es más, ésto es indudable que lo es como lo demuestra cada día. Lo que dudo es de su izquierdismo, solapado con creces por su intolerancia cerril con, sobre todo, todo lo que huela a español. Y Cataluña, mal que le pese al energúmeno, tiene, entre sus muchas culturas, dos mayoritarias, la catalana y la española.
Mientras, por ejemplo, en Estados Unidos se utiliza el plurilingüismo para respetar a las mayorías y minorías étnicas que forman su sociedad y cada vez es más habitual ver carteles en inglés y español, Josep Lluís hace todo lo posible para borrar los últimos de las calles de Barcelona, sancionando comerciantes hispanófilos. En lugar de puralidad de culturas se tiende a la cultura única, impuesta a golpe de multa.
El colmo de los colmos es vejar a una inmigrante por no hablar catalán, la cual, por encontrarse en territorio de momento español, no debió considerar necesario aprender otro idioma que bastante tendrá la criatura con ser explotada por un mísero salario. Pero ésto no le preocupa a la Esquerra, a la Esquerra le preocupa que se hable catalán, en exclusividad, que ondee la Senyera en soledad, aunque no sé yo si se hubiera comportado del mismo modo si el inmigrante fuera inglés o alemán. Lo que le molesta no es solo que la chica no supiera hablar catalán, sino que, encima, lo que hablaba era español, español aquí, en el Perú, en la Argentina y, por qué no, mentecato, en Barcelona.
Los testigos se sienten avergonzados, al verte actuar, de lo que debería ser un orgullo. Ser catalán, español o no, pero persona.
Por muy de esquerra que se sea, el nacionalismo siempre acaba sacando el pequeño Furher que todos llevamos dentro.
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