Monseñor Uriarte tiene un recuerdo para los presos de ETA en la misa navideña
El obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, se preguntó ayer cómo es posible olvidar a las familias guipuzcoanas que estos días «echan especialmente de menos a un miembro en prisión» y a las que un «nudo en la garganta les impide cantar el «Ator, ator mutil etxera» («Ven, ven chico a casa», letra de un villancico tradicional). Uriarte tuvo este recuerdo para los presos vascos, especialmente los de ETA, que no han dado muestras del más mínimo arrepentimiento, ni han pedido perdón a sus víctimas, en la homilía que pronunció al mediodía de ayer durante la misa de Navidad celebrada en la Catedral donostiarra del Buen Pastor. Una liturgia a la que, desde hace años, no pueden acudir Gregorio Ordóñez, Mariano de Juan, Enrique Nieto, José Antonio Santamaría, Fernando Múgica, y tantos y tantos otros, convecinos del obispo Uriarte y asesinados en San Sebastián. ABC, EL MUNDO, LA RAZON Y LOS DIARIOS VASCOS
Qué tendrán las casullas, las mitras, tiaras y capelos, con sus bordados en oro, sus sagrarios consagrados y sus altares sucios de sacrificios y mezquindades.
Uriarte es obispo, de San Sebastián, como no, y este cargo, aunque uno sea burgalés, dota a su titular de una inconcebible capacidad para la condescendencia nacional-catolicista con los criminales. Se solidariza con las familias de aquellos que no vuelven a casa por Navidad por encontrarse presos, nada más y nada menos que por matar o pertenecer a una organización que mata. Y, como Dios no existe, no le parte un rayo purificador al energúmeno ensotanado, tras blasfemar de tal manera y atentar contra el sentido común, la decencia y la mínima ética exigible.
Uno no es creyente, por consiguiente tampoco practicante, por lo que no comulga ni con hostias ni con ruedas de molino. En el hipotético caso de que uno fuera feligrés de Uriarte el hideputa, no sé si podría soportar la nausea y, al ir a tomar la sagrada forma, no vomitaría en la reluciente patena en una escena digna de "El Exorcista". Y es que hay cosas que endemonian a uno y no hay agua bendita que contrarreste la mala baba y uno se condenaría de buena gana si pudiera arrastrar a los infiernos, bien asido por la casulla, a algún clérigo de estos que hacen del chiringuito eclesiástico un antro donde pasear bajo palio a dictadores por un lado o a etarras por el otro. Ésta es la educación para la ciudadanía que imparten.
Para colmo va el Jefe del tinglado, sí el alemán biendicho, perdón Benedicto, y nos desmonta el Belén y en su lugar pone la casa de carpintero de José en Nazareth. No se ponen de acuerdo ni en lo de la Natividad, con lo fácil que sería consultar el censo, ¿o es que nadie censó al Mesías?. Tantos años poniendo paja en el pesebre, la mula y el buey y ahora resulta que el Papa de Roma dice que es mentira todo. Éste empezó con abolir el purgatorio, siguió con los latinajos y ahora hace que nos sobren figuritas y escenarios en el nacimiento. Pronto dirá que la Tierra es plana y se quedará tan ancho puesto que es infalible y donde pone el ojo pone el dogma.
Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho, y siempre tuvo la institución afición a eso de quemar libros y negar verdades. A Uriarte le dan más pena los encarcelados que los muertos y la Conferencia Episcopal, de momento, no dice ni pío, que anda más ocupada en defender colegios privados y asignaturas impuestas.
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