El día pesa,
denso,
intransitable
de puertas de lona,
cerrado el cajón
de la tarea pendiente,
apremiante
mas repudiada de hastío.
El cristal licuado
de la ventana encendida
transmite peatones,
errantes peregrinos
buscando mostrador,
fila silenciosa
donde pedir la vez.
De fondo,
murmullo mecánico
de pistón afónico,
de goma chirriada
al sorteo del semáforo,
viejas orquestas a diésel
desafinan
resonando en el occipital.
Catatónico asisto
a la matinal programación
de la cristalera de despacho,
sin más corazón
que el infartado,
pues no hay amores
por las aceras
de esta pesada mañana
de miércoles inocuo.
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