Queda el eco
de tus pasos de madreña
por mi calle hueca,
donde ahora no silba el aire
pues cabizbajo transita.
Aún resuena la voz rota,
recreada en el gracejo,
la sorna,
el humor gentil,
resignado
de lujurias tardías
de improbable cumplimiento.
Triste levita la cayada,
huérfana de tu peso generoso
acompañado de leves pasos
de niña mía,
de curiosidades a la espera
de tus respuestas de cuento.
Te fuiste buscando aire,
robado por gorriones,
y el corazón,
desbordado de honesto,
cansado de labores,
se durmió en el bancal
de un huerto prestado,
abonando calabazín
y berza de pote.
Sin que estés
te mantengo,
impresa tu imagen
de charla al sol
con murmullo
de fuente fresca.
Rozaes de Bazuelo,
aldea minera y minada,
se agrietan tus bancos
de fachada,
llorando por Antonio
y su sentada generosa
de tertulia improvisada,
mas siempre sabia
de vivencia.
Tengo un hada inquieta,
ávida de detalles,
que yá sabe de tu ausencia
y calla,
regalándote silencios.
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