Ilustre orador en aulas de ultramar,
de simple recaudador pasaste a gobernar
una provincia del Imperio.
De ese Imperio para el que naciste
y para el que trabajaste en conciencia.
Fiel lacayo del nuevo Nerón,
empujaste a tus soldados a la batalla del oro,
oro negro y sangriento.
Pero como buen castellano
no te avergonzaste,
recorriste los foros con la cabeza muy alta,
reinventando la historia
y creyéndote el nuevo Campeador.
Mediocre funcionario que olió el poder
envenenándose de caudillismo.
Al menos calla,
no digas más nada.
Líbranos de tus sentencias
y déjanos existir como un país normal.
No nos salves excelso prócer,
déjanos en PAZ.
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