Tu fiebre incendia mis rastrojos,
tus temblores son seismos en mi corteza.
Tus delirios de cuarenta grados enloquecen mi ánimo.
Pequeña y enferma esquirla de mi ser,
como puedo exorcizar el mal que te invade
y me mata.
El mago de bata blanca
ganará la batalla,
y los caminos volverán a ser nuestros.
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