- Coño, Antonio, muy temprano te veo para ser fiestas.
- Festejar es un espejismo en mitad de este árido desierto que es la existencia.
- Joder, Antonio, pues sí que te ha “dao” profunda.
- Mis palabras carecen de toda profundidad, son vanas entelequias de un humilde mortal.
- Como tú digas, hombre. Anda, vamos a tomar un café y charlamos un rato.
- ¿Por qué no?. Tengo tiempo, un tiempo relativo, tanto como el espacio que ocupo o que recorro.
- La leche, anda que has amanecido cojonudo…
- Me basta con amanecer, amigo Pedro. Ver el día, para el mortal, es más que motivo de alegría pues es la prueba fehaciente de que, al menos de momento, sobrevives a la fatalidad del indefectible fin. Fin que, por otra parte, debiéramos tomarnos con mayor naturalidad y aceptarlo como parte del ciclo en el que está inmerso todo ser vivo. Pero el hombre, por racional, o por más racional que el resto, es soberbio y le falta resignación, dando así, involuntariamente, argumento a las sotanas y los templos que rentabilizan nuestros temores arcanos.
- No, si a mí lo que dices me parece bien, pero te veo raro, no sé. ¿Estás bien?. ¿No te habrá bajado el azúcar o algo?. No quiero ofender pero te veo algo transtornado, como si se te hubiera ido un poco la cabeza.
- Las luces de la razón siempre se han considerado delirios de locura, querido convecino, cuando no posesión demoníaca, brujería o herejía. Acuérdate de Galileo, Darwin, etc…
- No tengo el gusto, Antonio, de conocer a esos señores.
- Yo tampoco los conozco personalmente aunque en el legado que dejaron hay más que útiles herramientas para comprender el mundo actual. Sin ser contemporáneos bien pudieran dar luz a esta era de nuevas tinieblas en la que nos sume la tecnología, la comunicación globalizada, el consumismo y tantas otras cosas con las que nos anestesian, querido Pedro.
- Bueno anda, tómate el café y déjate de discursitos que te veo venir y seguro que empiezas a soltarme mítines. Que cuando empiezas con la política eres tremendo, que ya hay quién se aparta en cuanto te ve calentarte con tu marxismo y todas esas cosas pasadas de moda.
- Pedro, la verdad, la razón, no son modas ni van por temporadas. Cuando están fundamentadas perviven en la conciencia colectiva y mantienen su vigencia, amoldándose a las coyunturas de cada momento, pero la base, la raíz de la idea se mantiene por mucho que le hayan cambiado el tiesto y las flores adquieran distintos tonos cada nueva primavera. Bien sé que la gente se me aparta cuando expongo argumentos, es sencillo, la mayoría prefiere la ignorancia pues así se creen ajenos a los problemas y prefieren ser peones del tablero a la espera del ataque del alfil, con la única esperanza de que éste llegue lo más tarde posible. Es la condición humana, tan bien aprovechada durante siglos por los poderosos. Somos acomodaticios por naturaleza, Pedro.
- Sabes qué te digo, Antonio, sabes qué te digo… que quién coño me mandaría a mí saludarte, hoy precisamente, hombre, quién me mandaría a mí invitarte a un café. Por qué cojones tuve que cruzarme contigo, rompehuevos, que eres un rompehuevos, que me has puesto la cabeza loca, Antonio, que me has “dao” el día y ya no levanto cabeza, hijo de puta, que ya está bien, hombre, qué coño te hecho yo… No, si la culpa es mía, encima conociéndote voy y entro al trapo, es que manda huevos… Por qué tendré que haberme hecho amigo tuyo, hombre, como si no hubiera más gente en el pueblo. Maldita sea mi estampa…
- Sabía yo, estimado Pedro, que acabarías negándome…
- ¡Jesús Bendito!
3 comentarios :
Caray con Antoñito, pesao es un rato pesao...ufff. Además a estas alturas y en domingo, y cerca de las vacaciones quien quiere una charla así..
¿Estaís bien Don Filo? jejejejej. Me voy a preguntarle a Ramirez
Gracias a los Antonios, que se niegan a saltar, seguimos teniendo alfombra debajo de nuestros pies.
Gracias a que ellos no se han movido de sus posiciones, podemos retomar el buen camino abandonado.
Se me ocurren muchos Antonios, que su hija podrá tener como referentes de dignidad, además de Ud. mismo.
Gracias por lo que me toca.
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