EN UN PAÍS DE LAS MARAVILLAS

- ¡Alto a la Guardia Civil!
- ¡Oiga, sin gritar, ehhh!
- Tiene usted razón, ¿es tan amable de parar el vehículo ante un control antiterrorista?
- Bueno, si me lo pide así, aunque ando algo acelerado pararé, pero quite ese arma que me intimida.
- El arma no es para intimidarle, honorable ciudadano, es para poder defenderme ante un ataque.
- ¿Y la presunción de inocencia?. Por qué me tengo yo que sentir intimidado si usted no tiene de momento prueba alguna de que pueda atacarle.
- Hombre, visto así.
- Pues eso, que estamos en democracia.
- No, si eso ya lo sé, pero a mí me contaron que en democracía, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad están para garantizar la seguridad y el libre ejercicio de los derechos y libertades por parte de los ciudadanos. Es por eso por lo que hacemos este control, sabe usted, para evitar atentados.
- Dirá usted lucha armada.
- Son puntos de vista. ¿Me permite su documentación, si es tan amable?
- Bueno, pero no se demore que ando con prisa, que uno tiene sus obligaciones también y mis jefes de Francia no se andan con chiquitas.
- ¿Con txikitos?
- Bueno, con eso también, que alguno le pega al clarete que...
- ¿Me permitiría registrar esas mochilas que lleva usted ahí?. Más que nada es por cumplir el trámite, ¿sabe usted?
- Eso sí que no, las mochilas no me las toca usted. Hasta ahí podríamos llegar.
- Hombre, es que no dejan ustedes de ser sospechosos y las mochilas igualmente.
- Eso es una apreciación suya un tanto subjetiva.
- Puede ser pero sigo mi intuición profesional.
- Subjetividad al fin y al cabo.
- Es posible, bueno, el caso es que creo que debo registrar las mochilas.
- Pues va a ser que no, porque mire, en realidad somos un comando de ETA. ¿Le suena?
- ¿Cómo no me va a sonar?
- Pues eso, y en las mochilas llevamos un par de armas, de esas que usamos para matar gente, en acciones de lucha que no en asesinatos, gente como usted, por ejemplo, entonces creo que el que usted encuentre las pistolas va a provocar una situación un tanto incómoda.
- Pues tendría que detenerles.
- Ahí le ha dao. Y eso nos viene mal, pero que muy mal, así que, ahora mismo, le dejamos cortésmente las mochilas en el coche y nos damos el "dos".
- Pues tendré que perseguirles y, sólo en el caso de que opusieran resistencia, me veré obligado a usar la fuerza legítima.
- De legítima nada que legítima es nuestra lucha y ustedes son fuerzas de ocupación del estado criminal español, torturadores profesionales, sicarios...
- Hombre de Diós... que está usted empezando a faltarme.
- No se lo tome como algo personal, como decían en "El Padrino", son negocios.
- Bueno, ¿se dan ustedes presos por las buenas o no?
- Que no, majo, que nos las piramos...
- No me lo pongan más difícil... no corran... ¡joder!... deténganse, hombre, que... que va a ser una detención con todas las garantías...
- ¡Y un huevo!
- No ve, alma de cántaro, que ya lo tenemos trincao, no patalee hombre que alguien va a acabar lastimado... qué ganas de complicar las cosas.
- ¡Coño!, pues sí que son ustedes burros.
- Entrenados, que se dice. ¿Se ha hecho daño?
- Nada del otro mundo. Lo normal, supongo, en estos casos. Luego ya formularé la denuncia por torturas y demás, ya sabe, sin acritud, por protocolo.
- Le entiendo perfectamente, las formas son fundamentales en estos temas. Además a nosotros, denuncie usted o no, siempre se nos pone bajo sospecha, gajes del oficio. Si nos hubiera usted matado sería otro cantar. Funeral emotivo, condecoraciones... yá sabe, pero cuando nos sale bien el trabajo nunca llueve a gusto de todos. Y no le digo nada con elecciones por medio.
- Qué me va usted a contar.
- Espero no haberle incomodado en demasía.
- Pues fíjese que teníamos un trabajo pendiente y nos lo acaba usted de echar al traste. Un trabajo de envergadura, pero claro, uno cuenta con estos imponderables.
- Es lo que tiene...

1 comentario :

Un Oyente de Federico dijo...

Leo todos sus comentarios todos los días, Don Filo.

Por razones de agobio laboral y complicaciones hogareñas temporales, no está mi neurona con suficiente de lucidez como para que mi dedo corazón de la mano derecha (no podía ser otra) golpee el teclado, con un mínimo de coherencia.

Pero sigo disfrutando periódicamente de su excelentes redacciones.

Sobre su comentario le diré, que ojalá a mi hija le hubiera tocado ser detenida por su guardia civil y no por el cenutrio que la trasladó a los calabozos.
Como dijo aquél miembro del SUP, “me gustaría cogerle en un cuarto donde no hubiera derechos humanos…”