Sé bien que mis palabras,
con mi voz áspera de fauno cansado,
no resultan collares de caracola.
Tengo tosco verbo,
vinagre de hiel muchas veces,
mas no alcanzo a ver la herida
de mis saetas improvisadas.
Confieso lo brusco,
lo cierto sin sedar,
la ira que rebosa
sin causa para el exabrupto,
desproporción de lobo herido.
Excesivo eco que huye,
se expande y erupciona
sin lugar,
sin lava lenta,
pausada y visible.
Se desbocan las manadas
de frases hechas,
intencionadas e imprevistas.
Soy el estallido indómito,
rabia sin cita previa,
sin pronóstico de borrasca.
Pido perdón y digo,
y para decir escribo,
evitando el fallo,
que en ello pienso
y pienso remediar
el episodio evitable,
el remendable descosido
por donde cabe el reproche.
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