En este país que  lleva 500 años queriendo ser, aún siendo, pero no sabiendo, inundado de llantos  de plañideras aldeanas que se enlutan en la mentira y el invento, siempre  privilegiadas y arrogantes, buscando cerrar fincas que no les pertenecen,  alimentando la saña en sus cachorros armados con leyendas de carne cruda y mitos  de caverna y sacristía. 
 En este país,  digo, donde las sotanas siempre arropan la carroña manteniendo atento el cepillo  mientras excomulgan verdades lamiendo manos del contante y sonante, donde los  que son libres de vender y comprar todo, pues todo tienen, claman a la libertad,  la del mercachifle y el cambalache del timo al desfavorecido.  
 Donde las  izquierdas visten hábito de misionero de jardín como disfraz y multiplican  panes y peces tributados con tal de tener poltrona desde donde paternalizar  obreros.
 En esta tierra  donde mentir al pueblo da réditos, beneficios y carisma. 
 En esta tierra  fundada y refundada mil veces en sangre propia y ajena, sin horizonte ni meta,  es en la que vivimos. 
 Es la tierra que  sufrimos y, aún cambiando de amo cuatrienal, seguiremos a golpe de azada  sacándole las papas al señorito de turno y de vez en cuando tiraremos de navaja  contra el de al lado para lavar honras u ofensas, en tragedia griega, para  solaz y distracción de los palacios y los templos.
 Para cuándo un  buen diluvio. 
2 comentarios :
No parece un buen país el suyo, Don Filo.
Véngase al mío, aquí no pasan esas cosas y se valora mucho a la buena gente.
Su solicitud de diluvio me ha recordado aquella canción de su Pablo Guerrero. Ya sabe ...a cántaros.
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