Antonio y Trini  siempre fueron los indispensables vecinos desde que decidimos vivir en una  aldea.
 Una vez nacida  Alba, ésta creció mimada y consentida por estos abuelos adoptivos.  
 Antonio, cuando  iba al gallinero, al pasar bajo nuestra ventana, llamaba a Alba para llevarla a  recoger huevos frescos, de esos sin plastificar, y mi hija aprendió que no todo  es Carrefour. 
 Los mejores  calabacines, puerros, berzas, lechugas, etc., de la huerta de Antonio, iban al  puré de Alba que creció rural y montuna, evitando en la medida de lo posible,  potitos sinténticos de conservantes innombrables.
 Ésta, a la  mínima oportunidad, nos colaba el "¿puedo ir a comer a casa de Antonio y  Trini?", y casi siempre funcionaba y allí quedaba comiendo y compartiendo  sobremesa.
 "Señor Juan,  qué jodío estoy", me decía hace pocos días mi amigo Antonio, "me voy  p'allá, Señor Juan, me voy", repetía enchufado al oxígeno que no llegaba a donde  tenía que llegar. "¿Qué prisa tienes, Antonio?", decía yo, aún consciente de su  sufrimiento al verse ahogado, débil, muy, muy enfermo y  desanimado.
 Setenta y un años  y a la medianoche, Antonio, en su habitación del hospital de Murias, se apagó  como una palmatoria agotada, dejando un vasto vacío de ausencia en todos  nosotros.
 Esta mañana, la  guitarra eléctrica de juguete de mi hija, con la que compone indigeribles éxitos  para castings imposibles, sonó sola, apilada entre los juguetes, en varios  acordes, seguramente motivados por la vibración del suelo de  madera.
 Ustedes saben que  soy un descreído pero, no obstante, me apetece imaginar que Antonio, desde donde  no está, se coló en mi casa a tocar la guitarra de su amiga Alba, como saludo de  despedida.
 Cómo contarle a mi  pequeña que Antonio, su Antonio, no volverá a llamarla para ir a "les  pites".  
5 comentarios :
Se me ha puesto carne de gallina al leerle, Don Filo.
Ha rescatado del fondo de mi memoria, los recuerdos de mis vecinos, el Sr. Pepe y Doña Pepita, el Sr. Angel, Doña Josefina… La gente más buena que he conocido en mi vida. Generosos sin límite con su escaso dinero y su mucho cariño.
Y muy sabios, sabios de los de antes sin estudios, sin apenas leer y las cuatro reglas, pero de dignidad inquebrantable.
Mi hija tambien tuvo su tercera abuela, nuestra vecina Doña Lourdes que todo el año, incluso en pleno invierno dejaba su puerta abierta para que mi hija pasara a su casa cuando quisiera.
Ellos estarán con su amigo Antonio, ayudandole a acomodarse y en lo que necesite.
Las ausencias son grandes y dolorosas.
Tenemos que aprender a soportarlas.
Gracias
"desde donde no está"
que belleza.
Estimado Juan
Un psicólogo conductista , propuso estas recomendaciones, muy resumidas,para los padres y otras personas que cuidan de los niños que han sufrido experiencias traumáticas
1.- Mantenga un punto de vista normal. No haga sentirse al niño diferente ante sí mismo o ante los demás.
2.- Mantenga las rutinas de todos los días. No cambie las rutinas regulares en la casa o en la escuela.
3.- Sea tan consistente como sea posible en sus reacciones con las conductas del niño.
4.- Sea generoso elogiando las tareas bien hechas.
B.F. Skinner dijo una vez: “Uno puede trazarse una buena vida analizando sus propios sentimientos, pero sólo puede conseguirlo organizando las contingencias ambientales”. Debiéramos ir más allá de nuestra comprensión privada y personal del impacto de la pérdida, por nosotros mismos y por los niños. Como consejeros hemos de hacer cosas para desarrollar un ambiente social y personal para los niños que responda de forma específica, positiva e inmediata a sus necesidades, y construya una vía conductual para volver a la vida normal.
En fin, por lo que se trasluce de sus confidencias blogueras, parece que esa criatura va teniendo un buen bagaje para afrontar la vida y la muerte , esta "jungla" tan atractiva a pesar de todo.
Ánimo porque gracias a su comentario su amigo goza ya de la inmortalidad.
Un abrazo y salud
Mr Reivaj
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