España debe elevar la edad de jubilación y fomentar las pensiones privadas, según la
consulta de AON
(ABC 42/CINCO DÍAS 34)
Hoy no me levanté muy católico. Los cambios de tiempo han hecho mella en mis articulaciones y la bronquitis me tiene frito. Llegué a la oficina a trancas y barrancas, aquella preciosa oficina en la que ya, hacía mucho tiempo, no se oye de fondo el rítmico traqueteo de la "Olivetti Studio", maravilla de la mecánica y, en su día, todo un lujo para cualquier mecanógrafo que se preciara. Ya no huele a calco ni se oye el crujir del papel cebolla para las copias. Los frascos de "Tip-ex" y los papelitos de la misma marca son casi piezas de museo.
Ahora todo informática, pantallas planas, impresoras, PDA, etc., etc.,. Mucho más cómodo, sobre todo a la hora de corregir y ahorrar papel. Cuando no te daban el visto bueno a un escrito en mis tiempos, eran siete folios los que tenías que desechar y comenzar a insertar en el "rodillo", otros siete con su papel carbón intercalado. Luego llegaron los impresos autocopiantes, y era la leche. No me produce asombro la deforestación de la Amazonía.
Ahora los problemas son otros: Desconfiguración de periféricos, virus informáticos, cuelgues de sistema operativo, etc., etc.. ¿Quién me iba a decir a mí que podría dominar uno de estos artefactos?. Pero claro, nobleza obliga y entonces, sin ningún curso de formación permanente, ibas aprendiendo de oído, metiendo la pata con los comandos para el procesador de texto, pues entonces no había "ratón" ni la madre que lo parió. Ahora, dile a un joven de estos que comience a trabajar con una aplicación nueva, y un huevo, lo primero que te sueltan es que sin el curso de formación correspondientemente titulado (a efectos de baremo), son completamente incapaces.
Bueno, ya se me fue el Santo al Cielo. Tengo que tomar la pastillita de las 09:00 que si no la tensión comienza a hacer de las suyas.
Como añoro el olor a tabaco que inundaba la oficina no hace tanto tiempo. Y eso que yo, por prescripción del matasanos, lo había dejado. Pero me conformaba con el olor del vicio ajeno. Bueno, tengo que ir a mear. La puñetera próstata me tiene frito y no sé si acabaré en el quirófano, con lo que a mí me gustan los bisturís.
Vaya, hombre, el Jefe de Sección. ¿Que querrá ahora este niñato engreído de 35 añitos?, ¿Qué pretenderá enseñarme a mí que llevo en la empresa medio siglo?. Tiene cojones, cuando estaba a punto de cumplir los 65, ¡hala!, diez añitos más para la jubilación. Que sí la crisis de la Seguridad Social, que si así no me deprimía sintiéndome útil, etc.. ¡Qué hijos de puta!. Con la de truchas que llevaría yo pescadas a estas alturas. Bueno, ahora ya no que las humedades no están hechas para mi osamenta.
El "payasete" este de la gomina seguro que quiere que le acabe el "memorandum" del año pasado, y lo querrá para ayer, como siempre. Pues va listo, qué cojones. No estoy yo para aguantar broncas de mequetrefes. No señor. Para eso fui enlace sindical durante mucho tiempo. Cuando existían los sindicatos, claro. Ahora como son corredurías de seguros y agencias de viajes. Qué País.
- Antúnez, quiero el "memorandum" encima de mi mesa a las 13:00 horas.
- ¿Memorandum?, ¿Quien es usted?. Memorandum, dice este joven. Yo le conozco de algo... pero no caigo... aaahh... eres Adolfito, mi nieto más mimado. Granuja, cuanto has crecido. ¿Y tu madre?, ¿no ha venido a verme?, descastada. Claro te manda a ti para que te dé la paga. Bueno anda... ¿te llegarán las 1000 pesetas de siempre para todo el fin de semana?. No creo, eres un podo derrochador... como tú padre, a alguien tenías que salir, bribón.
- ¡Antunez!, ¿se puede saber qué le pasa?
- ¿A mí?, nada joven... aquí ando, dando de comer a las palomas. ¿No tendrás un cigarrito?
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